Arena

 
 
 
Arena de luna.

Los muros del universo se sonrojan,
Al saborear la Luna de fuego
En la inmensidad de la noche.
Desgajar la pasión en pequeñas dosis,
Extinguirla.
Furias desoladas
Bajo una lluvia de estrellas.
Cenizas de alma
Ternura de miel
Al abrigo de la sinrazón
Argumentos de vapor
Melancolía de niebla

Y suspirar,
Sólo suspirar.
 




"El amor es el riesgo que corre el que está solo:
el amor a cualquier cosa que esté viva"

Nietzsche en voz de Zaratustra

El deseo persistente de hallar algo más sensible que un cactus, al cual abrazar de cuando en cuando, sobre el cual recostar la cabeza para suspirar un poco y mantener viva la última porción que queda de esperanza.

Vengo conduciendo el automóvil a velocidad de colisión por subitolepsia, las avenidas parecen ahora menos congestionadas que hace tres horas, el medio día. Finalmente, parece que el sol se decidió a salir por unos minutos. En la radio un programa que pretende hacer burla de aquellos de esa generación que está en el limbo (tal vez mas imaginario que real) entre la juventud y la vejez (ambas clasificaciones demasiado extensas, por cierto), sin embargo, a pesar de la sonrisa que el comentario de la locutora provoca, no puedo evitar que algunas nuevas lágrimas y otras contenidas desde hace mucho tiempo, asomen inmediatamente por mis ojos. ¡Qué vulnerabilidad sugiere la depresión, qué ánimo más lábil, qué manía más efímera!.

No tengo idea de si es la edad, el noviembre siempre con su sabor de preámbulo del ocaso, la resaca del resfriado o simplemente la condición de ser yo, a la que parece que todavía no me acostumbro, la que me tiene atorada hoy en estos pensamientos.

Grises pensamientos, como nube a punto del colpaso. Había pensado, que la vida me ocultaba algun misterio, había deseado que ese misterio fuera benévolo conmigo, había creído esas dos cosas e inspirada en ellas, viví algun tiempo, pensando que más allá de la apariencia, la esencia se revelaría con una especie de bono de recuperación.

Hace algunos dias, he estado cayendo en cuenta de que en la vida todo es apariencia, que detrás de la fachada de los demás, en realidad no hay algo, que detrás de las promesas geniales, no hay más que secuelas de promesas geniales, que trascendiendo lo trascendible, siempre habrá algo más que sea solo una inspiración efímera, después de eso, tal vez exista hasta el infinito una secuencia de repeticiones.

Parece que la vida sin disfraces, sin caretas, es igual a cualquier trozo de vida con caretas o con disfraces. No hay ningún hilo negro que descubrir, no hay más horizontes que trascender sino estos que vemos todos los días, que aunque más lejos vayamos en la tierra, los horizontes siempre estarán ahí, al alcance de la mano y son sólo una línea imaginaria entre el cielo y la tierra, una cosa relativa que nos sugiere que hay formas más poéticas de ver la vida.

Más allá de la poesía, tampoco hay nada, salvo ilusiones de que exista algo más allá de la poesía, algo que la siga inspirando. Más allá de cualquier cosa, parece haber nada.

Si sumamos las decepciones del día de hoy, con las de ayer y antes de ayer, hasta llegar al día en que recordamos, tal vez se sume una existencia nada grata, pero lo cierto es que esa existencia nada grata ha sido nuestra vida y esa no es la careta, esa es la realidad, esa es la esencia de nuestra famosa vida (desde el lado del optimista, tal vez convenga sumarle las alegrías, al fin y al cabo es lo mismo). No hay una esencia oculta, no hay nada que descubrir.

No hay nada que la conciencia haya ocultado. Así es la existencia desnuda de quienes alguna vez creimos en algo, en algo más allá.

Lo cierto es que, quedan sólo ilusiones, algunas lograron sobrevivir. Es lo único, pero creeme que no queda una mínima intención o fortaleza para ir corriendo tras ellas.

Mi cuerpo está cansado, pero no se compara con mi alma, mi alma está abatida ante la apabullante realidad que la existencia resultó ser. No hay grandes sortilegios que vengan a tornar este monocromático en arcoiris.

Hay un millar de lágrimas congestionadas, detenidas por el poquito que queda de cordura. A veces, la noche parece un puñado de tristezas.

No hay algo más. Esta la vida de todos los dias. No hay recetas milagrosas ni pociones mágicas. No hay fiestas de disfraces ni regalos de los Reyes.

No hay nada.

Mirar alrededor y haber perdido la esperanza de deshojar margaritas. Se han quedado sin pétalos ya y no quiero recordar lo que dijeron.
 




Lunes

No me fue posible comprar mi voluntad con el discurso de promesas para una vida mejor. No pude sucumbir a la fascinación que tales promesas mostraban, por muy paradisíacas que hayan sido. Los días lunes, todo vuelve a la normalidad y es una normalidad tan mediocre, la pobre. Los ánimos aumentados el sábado, las reflexiones del domingo por la mañana, cuando el amanecer es lo más privilegiado que ha de despertarnos, todo eso, el lunes desaparece y se convierte en un lastre todavía mayor, pues teniendo frente a sí tales posibilidades y a sabiendas de esa virtud humana llamada libertad, se refrenda el concepto tan pobre de sí mismo, como aquel que no ha de trascenderse.



Demonios

El regreso sabe así: entre nube y llovizna. Después de todo, nunca se está verdaderamente solo; he llevado a mis demonios de paseo y les he comprado un helado en la plaza del pueblito, incluso –quién diría- los llevé a conocer la iglesia y a decir dos o tres plegarias por mí y por si mismos; obedientes que son.

Regreso con ellos y no lo dudo, con un millar más, pues la soledad tiene sus bemoles y ni qué decir, sus peligros.

Calladitos aún, me han dejado seguir el día, justo hasta este momento en que uno a uno comienza el desfile y el mal hábito de enunciar las quejas y los deseos.

¿quién les dijo que la cosa era fácil? ¿quién les prometió un nuevo paraiso? ¿quién les vendió el viaje redondo?

Abandonarlos hubera podido, pero como me va la vida, hubiese regresado por ellos. Tanto los quiero que creo que hasta el más mediocre tiene su lista grande grande de virtudes.

Así, en la resaca de este lunes nuevecito y con sabor añejo, veo como se amontonan en la fila para purgar sus penas en las páginas del cada día y se arremolinan en mi boca para hacer todos sonar su voz, veo como se agazapan en las habitaciones del ahora, en las ruinas del alma y !mira que hay avanzados! hasta en mis inviernos a largo plazo, ahora que ni la primavera comienza aún.

A veces, mientras maldicen, me evado poco a poco de ellos, hasta que algun ególatra me jala el pellejo y hasta el alma retorna en el instante. Con todo y todo sería vano, me empeñaría como lo he hecho, en perseguirlos y atraparlos en un pequeño frasco, de esos con etiqueta de mantequilla de maní que nadie se come, me empeñaría en atraparlos en las páginas de los libros que no leo seguido, me gustaría guardarlos en el archivo muerto o incluso mandarlos al mismísimo demonio.

Ah, pero se resisten y peor aún… me resisto yo. Me resisto a vivir sin mis conflictos, sin mis nubes y lloviznas, sin mis tormentas de acero o mis maremotos; me resisto a olvidarme de ellos o a fingir e ignorarlos.

Poco a poco, entre tanta multitud se han convertido en un coro entonado, en uno de esos que arrullan hasta el sueño, si no he de eliminarlos, tal vez sea mejor que les consiga pareja y hasta familia y que habiten no uno, ni dos, ni tres mis pesares, andares y quereres, que me inunden de demoníaco fervor, a ver si así la vida se torna por lo menos, una micra menos tediosa.



Cocodrilo

La vió por primera vez, su piel no era tersa ni era ella bella, pero conversaron dos o tres veces y se deleitó en su aroma, por fin pudo él, un tipo rudo, sentir que estaba enamorado.

Su corazón antes robusto, comenzó a desfallecer ante la ausencia y el temor siempre presente de la negativa. Se contentó en la espera hasta que un buen día la vió de la mano de un tipo mucho menos rudo que él.

Conoció pues al desamor y por pura deducción, cayó en cuenta de que por fin sabía lo que era amar.

Así, de repente, no pudo contener el llanto y se precipitó hacia su modesto hogar, cerró con fuerza la puerta del cuarto de baño y sus lágrimas se desbordaron a grado tal, que el tipo no sabía ya distinguir cuales eran de tristeza, de enojo o de vergüenza.

Continuó pues en tal dilema, sin inhibir su naturaleza cocodrílica, hasta que el llanto del cuarto de baño se volvió casi una atracción turística, veíanse en éste incipientes corales y pececillos de colores que eran de total agrado de los vecinos, que saltando felices en la cosa redonda elástica, alzaban el vuelo hasta distinguir, por turnos, una que otra variedad exótica de medusa o de molusco.

El fulano se negó a abrir puertas o ventanas. Sentado sobre la tapa del water, con la corbata desanudada y las mangas de la camisa dobladas, se le veía deshidratarse tranquilamente simulando ignorar la presencia fugaz de los niños sonrientes.

Al cabo de algunos días, literalmente el agua le llegó al cuello. Sencillo hubiese sido ponerse en pie -o mejor dicho, en dos patas- pero no pareció ser algo en lo que el cocodrilo pensara, así que horas después, se escucharon los últimos pop pop de las burbujas en la superficie del agua.

> > From: "Margarita Medina" <encuadre@hotmail.com>
> > Date: Tue, 25 Mar 2003 02:22:07 +0000
> > Subject: para nadie
> > Siempre he pensado que estos textos ha de leerlos nadie. Parece que han
> > hallado su sitio (o por lo menos eso creo).
> > Margarita Medina
> > México. 


 
 

de Margarita Medina

a 21 de Abril 03

 
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