El Disidente

 
 
LEJOS

Detrás de la cordillera bendita
buscaré el tesoro del saber,
dejando atrás mi existencia maldita
y la negra senda del placer.

Buscaré exilio en mi refugio interior
y en los libros de la agonía;
la incertidumbre de un futuro mejor
me persigue entre pesadillas.

La aullante lluvia de estirpe profana
descifra los códigos del sol,
la tormenta enferma al gusano amargo
con el rocío de la rosa.

Lejos de la esperanza pasajera,
muy lejos de un vaso de vino,
alejado del amor embustero
pude tocar la felicidad.

Lejos, muy lejos.











¿BAJO QUÉ ESTRELLA HE NACIDO?

¿Bajo qué estrella yo he nacido,
para ser siempre degollado,
para ser siempre mutilado,
para ser siempre perseguido?

¿Bajo qué estrella he yo nacido,
para que el árbol imperial
me encierre en su sombra fatal
bajo mi mundo desnutrido?

¿Bajo qué estrella he yo nacido,
para ser siempre un disidente
de la locura de occidente,
exiliado en lo prohibido?

¿Bajo qué estrella he yo nacido,
para vivir lejos de mí
y mantener mi amor por ti
en un ataúd, escondido?

¿Bajo qué estrella he yo nacido,
para ser siempre asesinado,
para ser siempre encarcelado;
bajo qué estrella he yo nacido?








DÉSPOTAS IGNORANTES

La cruz desequilibrada
sembró una cruel decadencia
con la trágica presencia
de su espada desquiciada.

Con sus llamas ignorantes
quemó libros del saber,
y las hierbas del placer
cortó con dagas farsantes.

A ciudades de los dioses,
con sus malditos corceles
y sus ejércitos crueles,
ha privado de sus voces.

El altar de las estrellas
ha envuelto en sangre sombría
y con sus garras de arpía
los ha envuelto en sus querellas.

Los guerreros de la cruz,
que quemaron Katmandú,
nos robaron, como tú,
nuestro credo y nuestra luz.

Sus piratas han violado
las hierbas del chamán rojo,
y han dejado sin un ojo
al rey reptil emplumado.


Los frailes enmascarados
queman el lago sagrado,
y el altar del dios alado
han perdido, disfrazados.

Las crueldades de la cruz
destruyeron norte y sur
de nuestro planeta sur:
apagaron nuestra luz.


























EL VIAJE

En la espalda de una libélula
he volado por los cielos
que esconden nuestros anhelos
en el núcleo de una célula.

El unicornio de la desidia
me lanzó por vientos crueles,
entre lluvias y claveles,
sobre las estrellas de la envidia.

He caído en un jardín de seda,
de hachís y jugo de luz;
cubierto por un capuz,
en un eterno toque de queda.

Un estanque de sal y morfina,
con aroma de alhelí
y con miel de colibrí,
convierte mi sangre en heroína.

En la laguna de la inconciencia
he olvidado la profana
y estúpida miel tirana
del amor, la cruz y la inocencia.








VÍSPERA DE GUERRA

Víspera de guerra,
víspera de llanto
y la luna tiñe
su dorado manto.

Víspera de guerra:
late el corazón
y el cielo se tiñe
en roja pasión.

Víspera de guerra:
rojos asesinos,
negros criminales,
muertos vespertinos.

Víspera de guerra:
lúgubres lamentos,
gritos de nopales,
tétricos tormentos.

Víspera de guerra,
guerra sin razón;
víspera de guerra,
muerde al corazón.








MUNDO PROPIO

Entre el hachís y el opio
formo mi mundo propio:
con huevos de serpiente
y larvas de mi mente.

A un falso cielo ruego
con miradas de ciego,
con polvo de diamantes
y rojos elefantes.

Un falso cielo alabo
y falsas tumbas cavo
en tempestad inerte
de víspera de muerte.

Con huesos de un testigo,
con vientos de enemigo
destruyo a las pirañas
y a verde alimañas.

Con el alma del vino
y con hojas de pino
construyo mi morada,
por mi mente cercada.

Entre el hachís y el opio
formo mi mundo propio:
con alas de profeta
y mares de probeta.



EL DISIDENTE

En un mundo de tétrico porvenir,
formado por escamas de lagartija,
que una triste luna plateada cobija;
bajo el disidente a esperar y sufrir:
“Venus bendita, ¿dónde estás, corazón?
¿Dónde es que ocultas tus cabellos dorados?
¿Dónde están esos ojos inmaculados
que me han encerrado en tu dulce prisión?
¿Dónde están tus alas de ángel de la estrella
que ridiculizan las alas del cuervo?
¿Dónde están esos ojos de los que soy siervo?
¿Dónde estás, mi tierna y sincera doncella?
Sé que no soy digno de pronunciar tu nombre,
sé que no soy digno de siquiera verte;
pero no permitas que la luz inerte
corte mis alas sin pronunciar tu nombre.
Con mis venas rotas en lecho de muerte,
mis ojos de cuervo cerrados al mundo,
quisiera escuchar en mi fondo profundo
tu cálida voz, aunque no pueda verte.”

El cuervo abandona su refugio interno
al escuchar los gritos del disidente,
y lo lleva a la senda de la serpiente
con palabras más heladas que el invierno:
“¿Cómo puede un mortal amar a una diosa?
Tú debes amar la lujuria y el opio,
y debes volar dentro de un mundo propio,
y no ofrecer tus rodillas a una rosa.
Tu debes lamer el gusano pagano
que habita en los labios mudos y mojados
y no vivir de tus recuerdos sagrados
que han vuelto blando tu corazón profano.
Debes ver al mundo cual si fuese negro
y surcar sus cielos con alas prestadas,
volar buscando madrigueras rosadas;
debes ver al mundo cual si fuese negro.
Debes ver al mundo con ojos de cuervo
y cortar sus mares con dagas plateadas,
pescar con tus garras sirenas doradas;
debes ver al mundo con ojos de cuervo.”

El disidente, al escuchar sus palabras,
desató su furia de vil desencanto,
con sus discordias que partieron el manto
de la noche de las estrellas macabras:
“Ya yo he visto al mundo con ojos de cuervo,
y ya he visto al mundo bajo un manto negro,
he volado por el cielo rojinegro,
y ya yo he besado con labios de siervo.
Me estoy ahogando en un mar de rojo vino,
estoy estancado en la fiel amapola,
no puedo escapar de su negra corola;
yo no necesito ningún celestino.
Aunque sepa que mi amor es imposible,
fui maldito por la flecha de cupido,
que con dagas de serafín me ha impedido
volar muy lejos de este mundo intangible.
No quiero escuchar tu consejo embustero,
no quiero ver mas con tus ojos de cuervo,
no quiero besar mas con labios de siervo
y no quiero huir de mi amor pendenciero.”

Luego de la fugaz partida del cuervo,
llegó bajo la luna resplandeciente
el búho, tenaz, a ver al disidente,
y dijo, borrando el sonido del cuervo:
“Sé cuantas veces has soñado con ella;
pero debes volar cual ave fugaz
muy lejos de la punzadora y tenaz
estela asesina de su dulce estrella.
No mires atrás, y no mires al cielo
en una laguna de rojo fatal;
no pienses ya más en su cetro inmortal,
alza la cabeza y levanta tu vuelo.
Vuela más allá de la imaginación
con tus alas blancas, lejos del veneno,
no vueles por las tierras del sueño ajeno,
ni vueles más con negras alas de traición.
No busques respuesta para tu pregunta,
ni busques pregunta para tu respuesta;
vuela en cielos blancos con roja protesta,
no busques respuesta para tu pregunta.”

El disidente, al escuchar sus consejos,
partió el cielo con su cruel voz, inclemente,
abandonando su silencio impaciente,
bajo aquel manto azul de negros espejos:
“¿Volar más allá de la imaginación
con mis alas blancas, lejos del veneno?;
prefiero rendirme ante el licor ajeno
que me acompaña en las tierras de traición.
Fui yo en antaño un esclavo de la vida
y gocé con su alegría pasajera,
pero el fuego de la flecha pendenciera
abrió con su filo mi incesante herida

Me he olvidado de las voces esmeralda,
pero Venus me ha atrapado entre sus ojos,
por eso sobrevuelo los mares rojos
con alas rojinegras sobre mi espalda.
No quiero escuchar más tus blancas palabras,
me alejaré de las nieves del invierno
que han hecho de mi vida un sádico infierno;
y no quiero escuchar tus blancas palabras.”

El búho se marchó con alas veloces
y el águila surgió entre la negra noche,
cuando las estrellas cerraban el broche,
y dejó escapar sus palabras precoces:
“ Con la experiencia del despertar profano,
y la experiencia de los pétalos rojos,
deberías haber abierto los ojos;
seguir el vuelo del serafín tirano.
Abre tus ojos en cielos amarillos,
roba el corazón de Venus en tu vuelo
pintando de plateado su dulce cielo,
destruye con tus garras los verdes grillos.
Escupe en nuestro cielo tus negras notas,
borra con tus alas nuestro mundo fiel,
y no busques más al vil gusano infiel
entre la hierba de madrigueras rotas.
Entierra en un pozo al negro porvenir
que te depara tu infierno rojinegro,
levanta cual fénix tu pasado negro;
si quieres vivir, es primero sufrir.

Cuando el águila concluyó su consejo,
entre la niebla de la noche embustera,
rugió el disidente con hiel pendenciera,
con palabras que traspasan el espejo:
“Mis labios se sellan ante su presencia
como hacen las puertas de la percepción;
mis ojos se cortan en roja traición
al contemplar la tragedia de su ausencia.
Me siento pequeño al mirarla a los ojos,
como un diminuto lagarto de cuero
que nada en un río cubierto de acero
buscando entre las dunas volcanes rojos.
Me siento hipnotizado al sentir su olor,
me siento inmortal al mirar sus cabellos;
cuando me hipnotiza con sus ojos bellos,
me siento su esclavo y su fiel servidor.
Quiero continuar mi vuelo disidente,
no pidas que vuele en cielos amarillos,
ni me pidas que mate a los verdes grillos;
con verla de lejos tengo suficiente.”

El águila volvió en silencio a su nido
y apareció, entre la niebla, la serpiente
para ofrecer su consejo al disidente,
partiendo el piso con veneno escupido:
“Duerme entre el jarabe de flor venenosa,
prueba un poco de mi veneno sagrado
y así tendrás un espejismo dorado,
sólo así obtendrás a tu cálida diosa.
Piérdete en los mares del licor profano,
naufraga tu barca en un mar de morfina,
así soñarás con tu fiel heroína
aunque vivas en la jaula de un gusano.
Entra al palacio de la sabiduría,
camina por el sendero del exceso,
sólo déjame, en tu lengua, darte un beso,
y disfruta el mar de Venus noche y día.
Con mi veneno tendrás a tu doncella;
deja los pétalos, prueba los jarabes;
vive como la más noble de las aves:
respetado, en la corona de una estrella.

Luego de escuchar la voz de la serpiente
que diluía la atmósfera profana.,
como el triste filo de una espada ufana,
partió el cielo con su voz el disidente:
“He tenido al fiel alcance de mi mano
los espejismos de tu veneno amargo,
pero sigo prefiriendo, sin embargo,
el humo blanco, mas no el jugo profano.
La bruma me corona con alas rojas,
mas tu jarabe carcome las entrañas;
prefiero viajar entre nubes extrañas
que perderme en los escombros con sus hojas.
Ni con el jarabe de flor venenosa,
ni con tu néctar de polvo de diamantes
puedo sobrevolar los valles fragantes
de las flores de la selva misteriosa.
Entre pasado y futuro está la gloria
de la bruma de las flores del oriente,
y mezclado con veneno de serpiente
pierde su magia en la tumba de la historia.”

La serpiente se perdió, vil y fugaz,
bajo los suelos de escamas de reptil,
y surgió el león, con rugido sutil,
haciéndose escuchar, con ira tenaz:
“¿Por qué buscas con furia desesperada
a una diosa de mieles de primavera,
cuando puedes tener, sin mortal espera,
a cualquier otra que tengas olvidada?
Reclama tu trono, Rey Fénix Lagarto,
y deshazte de la flecha de cupido,
que con su magia de serafín te ha impedido
llenar de gozo tu lecho, hasta estar harto.
Toma la corona que te pertenece
y haz que tu reino se sacie de locura;
olvida a Venus, en pálida ternura,
y vuelve a probar la miel que te enloquece.
Afrodita no esperará por siempre,
olvida a Venus y vuela hacia el oriente
dejando atrás tu pasado, disidente,
enterrándolo en un pozo, para siempre.

Cuando terminó de hablar el rey león,
el disidente, del silencio escapó
y con palabras de metal exclamó
bajo la sombra de negro armagedón:
“No me importan las joyas de la amapola,
ni me importa el dulce calor de Afrodita,
lo único que importa es que Venus bendita
me entregue su mirada en dulce corola.
El trono del reptil no queda sin dueño;
como ave fénix, soy de las cenizas,
soy como la lluvia de gotas precisas:
negro es mi corazón y negro mi sueño.
Visionario entre incienso y amapola,
hoy veo al mundo con ojos de reptil
y quizás mañana me vuelva un ser vil,
pero no dejaré su negra corola.
Yo sueño con Venus, colgado del cielo,
pero soy un reptil de negras escamas
y no me importa visitar otras camas,
pero sólo Venus alumbra mi vuelo.

No quiero escuchar tu voz, verde serpiente,
no quiero escuchar tu voz, oscuro cuervo,
no quiero convertirme en mendigo y siervo;
dejadme solo en mi rojo continente.
¿Dónde estás tú, diosa Venus bendecida?
¿Dónde estás tú, mujer de estirpe divina?
¿Dónde estás, bella e inmaculada heroína?
¿Dónde estás, Venus, dónde estás escondida?
Escucha mis gritos de sangre profana,
y ven a mis brazos, aunque sea en sueño,
se que una diosa no puede tener dueño,
al menos ninguno de sangre pagana.
He vivido en el palacio del exilio
para olvidarme de este miedo hacia ti,
y para olvidar el canal de alhelí
debo vivir lejos, sin pedir auxilio.
No quiero escucharte, águila impertinente,
no quiero escuchar tu voz, fiero león,
no quiero, búho, continuar tu misión;
fui, soy, y seré siempre disidente.



















EL CHAMÁN

El chamán baila con la noche:
con su locura temporal
y con su pánico sensorial
nos encierra en su negro broche.

Con sus colmillos de serpiente
el humo de flores del mal
lo arrastrará por un mar sin sal
hacia el exilio disidente.

El chamán grita como un lobo
que aúlla a la luna de plata,
tan denso y oscuro que mata
en un lento y salvaje robo.

Un huracán sincero y denso
de la sangre de la amapola
irrumpe con su fiel corola
desterrando al sutil incienso.

Con espíritus de alhelí
destapa la bruma sagrada
de la noche desesperada
que lo saca lejos de sí.

Con sus alas, lejos de aquí,
encuentra en las brazas benditas
grilletes de hierbas malditas
que lo condenan, junto a mí.



LA GUERRA

No te dejes pisotear
por los cerdos vendidos
que, cual rojos bandidos,
quieren tu cielo estropear.

No te dejes dominar
por estúpidos ciegos
y vulgares borregos
que quieren tu piel robar.

La guerra va comenzar:
el carbón contra el oro;
unos por el tesoro,
otros por el despertar.

Unos quieren libertad,
otros papel dorado;
unos, humo sagrado,
otros, sólo saciedad.

Dividida sociedad
lucha entre sus escombros,
y cargan sobre sus hombros
su maldita suciedad.








MARES ROJOS

Escupe nuestro destino
el amargo torbellino
de la sangrienta locura
con una intención oscura.

Nos lanza gritos de auxilio,
con perversión venenosa,
y con su arma poderosa
nos condena hacia el exilio.

Con su espada aventurera
destruye tu corazón,
y su roja maldición
nos encierra en una esfera.

Nos consume con su fuego
de negra melancolía,
y nos encierra en su juego
con su fina apoplejía.

En un sueño sin salida
nos encierra su veneno,
dedicando nuestra vida
a robar licor ajeno.

Con sus alas de lujuria,
de metal y de penuria,
aprisiona nuestros ojos
en sus crueles mares rojos.



PRISIONERO

No necesitas esa espada,
yo ya estoy muerto y enterrado:
entre cadenas, mutilado
bajo sombras de cruz sagrada.

Preso entre barrotes de plata;
mis amigos por carceleros,
cerdos verdes por compañeros
y piel de armiño como bata.

Han cortado mi flor de loto,
profanando mi fe divina
con su carroña vespertina
y han dejado mi cielo roto.

Quisieran que fueses borrego,
para inculcarte sus ideas
de modo que tú te las creas
como cuando le hablas a un ciego.













PESTILENCIA

He engendrado pestilencia
con mi amarga cobardía,
vuestra negra tiranía
ha fabricado mi esencia.

No puedo obtener venganza
desde mi cripta maldita:
soy como una flor marchita
que ha perdido la esperanza.

Una herida que naufraga
en una negra cuchara:
mi cabeza en una vara
cuando el mundo se deshaga.

Entre la brisa secreta
palidece la esperanza,
con aire de desconfianza
el deseo nos aprieta.













LA CIUDAD DIVIDIDA

Mutilación, muerte y sangre,
penetración clandestina,
sed de guerra, gritos de hambre,
venas llenas de morfina.
Calles con piel de burdel,
llanto negro que despoja
de sus escamas al pez;
guerreros de cara roja.
Con tempestad disidente,
los hilos de la verdad
revelan vuestro horizonte:
al este de la ciudad.

En cambio en el occidente;
los zombis y los vampiros
no se alimentan de sangre,
sino de rojos papiros.
Roban el jugo del este
con engaños de sirena,
y fabrican los barrotes
de vuestra negra condena.
Todo es guerra, todo es muerte
en la ciudad escondida;
vendidos contra valientes
en la ciudad dividida.







DECADENCIA CLANDESTINA
(LA CIUDAD DIVIDIDA II)

Perseguido por chacales,
entre espinas y nopales,
estas solo y sin salida
por los mares de la vida.

Una cárcel de inocentes,
en la ciudad asesina;
maremotos de serpientes
en la ciudad clandestina.

Entre cuervos y sirenas,
un desfile de ladrones
y de sátiros ratones,
sobre vísceras ajenas.

Los sueños de una princesa
destruyen vuestro horizonte;
los restos de una promesa,
esparcidos sobre el monte.












SABIDURÍA

Miel dulce que has sido profanada
por la estupidez contemporánea:
escupe las costumbres tiranas
que los esclavos del papel de las
estrellas
han mezclado con tu flor marchita.

El rocío de las flores del mal
se ha perdido en tu inocencia amarga.
No te rindas a la pestilencia
de las escuelas de las falsas monjas
urbanas:
cierra tus ojos, cubre tu cara.

Occidente censura las almas
y destruye tu fuerza sincera.
Huye del árbol de la desidia,
acompáñame en mi escapar de las
mazmorras:
sígueme al exilio de la magia.












DECADENCIA OCCIDENTAL

El artista se ha convertido
en una simple marioneta
a la que han pintado los hilos.
Los esclavos han invadido
las escrituras del poeta
con sus patéticos estilos.

Tus ojos no ven la realidad:
cubiertos por un manto rosa,
se pierden en sueños de seda.
No puedes escuchar la verdad
durmiendo en cama mentirosa;
en eterno toque de queda.

No temas a la negra noche;
los vampiros viven de día
en esta época maldecida.
Los lotos cierran su broche
mientras la abeja reina espía,
bajo su arcada bendecida.
 
 

>> From: "Enrique Morrison" <zarathustra1669@hotmail.com>
> Date: Thu, 13 Mar 2003 13:11:40 -0600
> Subject: el disidente
> SALUDOS,
> Enrique Morrison
 


de Enrique Morrison

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