la esquirla

 

 
 
 

La esquirla
(una guerra inconclusa)

* * *

dedicado especialmente
a los dirigentes del mercamundo liberal




en el frente de guerra







I

Estaba todo arreglado
les aplicarían una inyección de AZX a cada uno
y se acabarían los terrores de guerra,
se transformarían en invencibles devastadores del enemigo.
El momento del combate llegó una mañana,
el enemigo estaba por todas partes
pero él era una fiera enloquecida,
a uno le destrozó la cabeza con medio cargador
a otro le metió siete balas por el ano,
pero el mejor fue al que le cortó el cuello con el cuchillo
y la sangre saltaba de su garganta como un chorro de meo.
Después, cansado, se tiró entre los arbustos.

Cuando despertó, había cuerpos por todos lados
era una maldita orgía de sangre y vísceras,
mientras caminaba entre los cuerpos
envueltos en una nube de inmundas moscas verdosas,
lo vio a Juanchi, blanco como el mármol
con los ojos abiertos y degollado de oreja a oreja.
Entonces, cayó de rodillas al suelo
y se quedó viendo sus ojos
por el resto de su vida.



en la interminable guerra que resta






I

Estaba sentado a la mesa
sonó el timbre como un disparo
y saltó de la silla como un resorte
rompió la jarra, los platos
asustó a los niños
pegó un grito descomunal
y arrancó la escopeta pegada bajo la mesa,
- ¡ cuerpo a tierra ! - gritó desaforado
y empezó a disparar contra la puerta de entrada
como si estuviera en el maldito frente de batalla.






II

Cuando jugaba al ajedrez con el vecino
siempre surgía una extraña variante
que lo sumía en una profunda oscuridad
en una prolongada quietud.
El vecino preocupado le hablaba
pero el seguía impasible,
y no era que estuviera pensando,
simplemente estaba sumergido
en una profunda oscuridad.






III

- Ya nada me importa, salvo vos - le dijo una tarde,
y unos momentos después
ella dejó quemar el filtro del cigarrillo
en el borde del cenicero,
el aroma que produjo fue tan desagradable
que sin pensarlo
le arrojó el cenicero en la cara
partiéndole el pómulo que empezó a sangrar
manchándole la blusa recién planchada.






IV

Por las mañanas se sentía incómodo
en la tardes ya todo se volvía insoportable,
pero siempre llegaba la noche
y la tranquilidad de la vieja rutina:
linterna, fusil, botiquín, mochila y campera oscura.
Después de varias vueltas por los alrededores de la casa
lograba dormirse casi protegido
en el galpón del fondo
debajo de la vieja cama de hierro.






V

Casidormía como siempre,
cuando el camión recolector de basura decidió
compactar los residuos humanos
justo frente a su casa.
Semidesnudo atravesó la ventana,
con los fragmentos de vidrio incrustados en su cuerpo
corrió desesperado por la húmeda calle
abrazando a su hijita de siete años.
Necesitaba llegar al refugio antilocos
que lo salvaría una vez más
del fuego celestial.



aldo novelli
neuquén – patagonia
aldonovelli@yahoo.com

 
 



 
 

de aldo novelli

a 3 de Marzo 03

 
ir a pensavientos de alga

a index
poesía salvaje 
 
los textos son propiedad de sus autores