ESCENA Nosotros esperábamos jinetes, jinetes no sabíamos de quién, jinetes quizá de nadie. Alguien tenía que enviar jinetes, eso nos dijeron, por eso los esperábamos. En calmar llagas con vendas de silencio matábamos el tiempo. Así esperábamos jinetes. Pero ya no esperamos. Porque en esto se nos fue la vida, pueden reírse, en esta escena. Todo era un engaño. EL TEÓLOGO DISIDENTE No existe la muerte, no ha existido nunca. Aunque bajo su amenaza haya vivido el hombre, en su mentira, no existe la muerte, no existe, y si adivináis tras la luna el exacto rostro de la ausencia, si con olvido miráis la pupila oscura de la espera entenderéis que no existe, que de verdad no existe y que cómo iba a existir ella y qué nombre hubiéramos podido darle entonces a esta tierra. BIS Es la historia de siempre y también en la que hay más enredaderas: una vez nos dieron la tierra, pero como nos dio la sensación de que no era sino otra forma de engañarnos y hacernos perder el tiempo entretejiendo la ilusión de que algún día íbamos a poder hacer algo con ella dejamos que se nos muriera. Sin llegar siquiera a ser un inútil consuelo nos queda la literatura como forma de tomarle el pulso a las miserias. VUELTA Crepusculaba amenazas y con fingidos jazmines carne daba a miserias o batallas por conseguir ponerse nombre a través de papeles o misterios sepultados: cinturas con livianas mordeduras de hambre, martillos, rojos, clavados adioses y ojos con demasiadas tortugas como para ser fotografiados: crepusculaba, del cielo precisamente huérfano nostalgias de sí o de nada crepusculaba. ÚNICA EDAD Porque alguien fue un instante hermoso y de antiguos, nunca escritos libros rescató palabras parecidas a piedad -o casi tan extrañas- ante la impasibilidad estéril de los muros como en un final cualquiera comprendimos que la única edad del hombre es la que calla. ¿FÁBULA Y SIGNO? Como jamás habíamos pensado que Dios podía ser tan pequeño como para dudar de su propia existencia nos sorprendió encontrarlo con los dientes desnudos en las orillas del frío. Dichosos por saber que lo teníamos dentro, lo tendimos al sol, como si fuera una fiesta. UNA MUJER Una mujer se hace así: sobre las espinas del sueño, con un poco de luna y como escogida cárcel donde la luz se amanse. Una mujer se hace así, y si no debería hacerse de un modo parecido. HISTORIA GRIEGA Noche ni con más noche se consuela. Después que un árbol arrancado probó a con sus sombras congraciarse ofreciendo a las pequeñas, diarias muertes caramelos exilio de nadie se ha hecho el verso: hasta el estúpido oficio de leerle al tiempo las líneas crueles de su mano se ha perdido. TODA HISTORIA Toda historia es simple y se me olvida. Quizá me fui a tomar café, quizá la amaba y me perdí entre jardines de piernas esmaltadas que fueron juncos trenzados de palabras y después retama que mi lengua de trapo había hecho trizas. Quizá fue el amor, quizá el café, tal vez la noche. El recinto sin madrugadas, con sangre y lunas rotas, el recinto, el barranco de dientes oxidados o el valle de hojas de afeitar dulcísimas no hería o no existía. Quizá fue el café o fueron sus piernas, o quizá la amaba. Toda historia es simple y se me olvida en las axilas de mi ciudad tristísima. Sabedlo ya: mis ojos no se acuerdan de qué miran. URBE Me han dicho que por aquí vive un poeta que a fuer de humano ha llegado a celestial, dije. Y añadí: si cree que es broma, ahora viene lo bueno: lo digo totalmente en serio. En antiguas hojas crepitaba el silencio. Completé rompiéndolo: nombre no tiene, porque vive precisamente en su busca. !Ah, ese!, contestó el mesonero. Dicen que se hizo unos andamios con sonetos celestes, pero la verdad es que nadie sabe bien dónde para. Probaré si hay suerte, dije. Y así vi sujetos, telarañas trenzadas por ellos con sus misterios y cómo entre todos reunían la leña de los verbos para irse juntos al fuego del Gran Verbo. Pero no. No he podido verlo: está ya muy lejos, y ha llegado a ciudad extraña, una ciudad fundada por él o sus sueños y donde yo me pierdo porque en ella las calles trazan su cara. Algunos sí que tienen buenas artes poéticas, pensé al saberlo, y al pensarlo sentí al momento que a mí me quedaban derrotadas las noches, sus imbéciles desiertos. EL ANARQUISTA DE LAS BENGALAS Yo soy el anarquista de las bengalas, el anarquista único, el que permanece y pasa: he tenido nombres en los que dormían las frutas de los corazones raros. A todas horas trabajo, y en especial cuando la gente afirma que no hago nada. Sé lavarme el alma sobre papel y nada, colocar bombas de relojería en las ciudades que siento en las espaldas, buscarle y con olvido las cosquillas a un amor que prefiguro con distancia y a través de todo eso seguir estando en todas partes habiéndome marchado. Porque yo soy el anarquista de las bengalas. Cada vez que enciendo una tu corazón y mi corazón se apagan. PÓSTUMO De todos mis amigos yo tuve la muerte más extraña: con el alma dislocada fui silencio por la página. ¿DE PARTE DE QUIÉN? En nombre de Dios abandonamos las señales en el aire. Nos quedaba el vivir, el vivir sin trabas, en nombre de nadie. No apostamos por él (nosotros, jamás apostamos), pero éramos jóvenes o tenían aún luz las palabras de unos versos extraños que el corazón cifraba. La tarde era una niña a quien abrazábamos riendo en la mañana falsa, y el alcohol y su excitante plata, que luego fatiga y araña, nos hacía andar sin camino, mas fuera de prisa. Era dulce no tener principio y menos aún destino. Era dulce estar en el aire, atravesar el tiempo, ser el vivir que no sabe o sólo nace cultivando cuerpos que dormían como naranjas buenas tras los ojos. Pero llegó la noche, última, terrible y sin aviso, para segarnos las miradas y del amor dejar asfalto. Fueron las ciudades un insomnio y cualquier alma se hacía pequeña en sus estanques. Adiós y sangre, adiós continuo los gestos, los verbos y los días. No teníamos nada: ni cornisas torpes, ni palabras caducas, sólo ciudad e insomnio, un cartón sin colores para recortarnos en él y no tener padre. Entonces mordimos el cartón y miramos al aire. Qué buscábamos pájaros muertos lo saben: un olor de mañana sobre una risa afable. Quizá no debíamos, nosotros, los perdidos. Pero lo hicimos, e intentamos que una lluvia volviera sobre las derrotadas estancias, y para vivir nomás, para vivir sin tener que hacerlo en nombre de nadie. Hablo en plural para fingir no estar tan solo, o quizá es que en esta noche ya soy todos. CONFESIÓN ÚLTIMA De entre la mentiras una de las que prefiero es la luna. Antigua o perdida, ni los locos la creen, y con sus torpes palabras pueden fabricársele torpes vestiduras. Porque el poeta -gata falsa- a veces no está para cielos o pájaros es por los que os hago una confesión última. De la noche no hablo. Porque sin engaño o niño cómo osar decirte que la noche es mentira. LO DIJO EL POLICÍA Las memorias se venden bien, pero su precio oscila. Depende de si guardan árboles, lagos, travesuras de infancia, columpios o lunas, algo que se llamó ideales y también amores, abuelas tiernas, huesos, frutas. Sí: los sueños ya suben mucho, y sobre todo algunos. Y para poco gasto tenemos las de algunos que sólo cuentan tiempos perdidos y que a los sumo fingen llagas de sombra con rostros de tarde o de tortuga. Nada es. Pero alcanza a cualquier bolsillo. Yo ya siempre lo había dicho: las memorias de los poetas castrados nunca valdrán un duro. EL MENDIGO Al pie de una cuesta olvidada o llovida, al pie de una ajena infancia acaso, detrás de la tierra y muchísimos años después de que tuviera nombre todo olvidado o llovido sólo pide en su entierro el mendigo que en monedas le sean dadas las limosnas, pocas o muchas. En monedas. De cobre o de espanto y, a veces, con el sonido de los abrazos perdidos, en monedas siempre, en monedas raídas. Pues si alguien se olvidó de los relojes y otra noche aquí aún llega se las pondrá en los ojos, para no ver, una por una. Para no ver -noche vacía-, para no ver o para recordar saberse tan muerto como su sonido. DETRÁS DEL CRISTAL Pero se ve, pero se mira e, incluso, aunque sólo sea sombra, se respira. Lo sé al compás del silencio y con madre lluvia. Lo sé y lo sé dormido. Detrás del cristal, de nuevo alcohol los astillados ojos y siendo otro en un bar gris o absurdo: ahora es otro nombre de nunca, ahora te lo regalo, ahora es mentira, acaso para mí ya no tú sino nadie abraza y aunque ceniza es cada amor, cada palabra, aún se ve o se mira, se ve, mira, se mira y acaso mañana descubra similares castigos en la infamia de una vida que incansablemente me atardece. NO ES NINGÚN SECRETO Detrás de cada noche se esconde una amenaza y ante una amenaza sólo queda el balcón abierto o sus labios eran juncos que por un momento detenían el incesante llover de la tristeza o nuestra historia es tan pequeña y además ya tiene tanto frío que en su único verso ahogado resume por entero al mundo o no debemos olvidarnos de recordar a la mañana que para que sigamos viviendo es del todo imprescindible que se refleje alguna vez en los sueños del estanque. A veces quizá mejor un a pesar de todo tú y yo tendremos una casa sólo que de aire, y en caso de que tengamos que volver a casa y que olvidadas mamás vayan a reñirnos por llegar tan tarde probablemente será más acertado algo así como cualquier nombre que escribamos tendrá forma de ausencia o de ceniza y después, con vocación de final, y más simplemente: herejías del fuego, sobre una estrella un amor se ha disecado, no puede ser más triste la menopausia de la espera, la memoria sin espinas no es de nadie, ahora sí que no han de llegar los barcos. Y, ya por último: dedos de sombra sobre naipes huérfanos. Sí. Lo diremos así, a la fuerza tendremos nosotros que vivir así esta tarde, hasta el fin del tiempo. Y si entonces alguien a quien hubiéramos engañado o perdido, alguien antiguo que volviera como de un olvidado sueño se vuelve nos preguntara por todo esto, nada más podríamos decirle, como excusa torpe temblando en manos huecas: Señor, tendréis que perdonarnos, pero no es ningún secreto. Aquí, en esta inútil tierra que nos dieron, todos somos poetas (con más o con menos tretas). > From: Montobbio <montobbio@retemail.es> To: <salvaje@poesiasalvaje.com> Date: sábado, 11 enero 2003 00:21 Subject: Poemas Santiago Montobbio Queridos amigos: Por si despiertan su interés y quieren publicar algunos, les envío unos poemas. Los 10 poemas que van precedidos de una breve nota curricular forman parte de los libros "Hospital de Inocentes" y "Tierras", y los del otro archivo no han sido recogidos en libro. Aquí apunto una bibliografía mínima. Con un cordial saludo, Santiago Montobbio, Barcelona, España Hospital de Inocentes, Editorial Devenir, Madrid, Enero 1989 Ética confirmada, Editorial Devenir, Madrid, Junio 1990 Cartas sin dirección, Suplemento "Artes y Letras", EL NORTE DE CASTILLA, Valladolid, 1993-1995 Tierras, collection "le tourbillon suspendu", Éditions AIOU, Saint-Etienne_Vallée-Française, France, décembre 1996. Santiago Montobbio. Barcelona, 1966. Licenciado en Derecho y en Filología Hispánica por la Universidad de Barcelona. Profesor de Teoría de la Literatura y Crítica literaria de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Publicó por primera vez como escritor en la REVISTA DE OCCIDENTE en mayo de 1988 (Madrid, Nº 84). Su libro "Hospital de Inocentes" mereció el reconocimiento de ilustres autores. Cabe destacar, especialmente, los testimonios de Juan Carlos Onetti y Ernesto Sabato. Ha publicado también "Ética confirmada" y "Tierras" (Francia, 1996). Sus obras en prosa se han editado con frecuencia en EL NORTE DE CASTILLA (Valladolid) por decisión de Miguel Delibes. Ha sido traducido a varios idiomas. Ocupa la vicepresidencia de España de la Association pour le Rayonnement des Langues Européennes (ARLE), de Neuilly-sur-Seine, y es corresponsal en Barcelona de su revista EUROPE PLURILINGUE, que publican las Éditions Université Paris 8 (París). |