1 ¿Quién osará
recordar
el triste
pleonasmo,
de una tarde
de invierno,
tomando té
y limpiando
azulejos?
El río
volumen de
agua
borró la
huella
la estela
en el día
sólo luna
es frío
el flotar
de la seda
el cauce
orada la
tierra
sacio la
vista
en el horizonte:
ese dios visible.
Así de luminoso
debiera ser
el día,el
último.
El intento
fue bueno,
y tal vez
necesario.
Abrí aquello
que nunca
había visto
la luz
y dije
algunas pocas
palabras,
triviales,
de circunstancia.
Como para
olvidar
que el fuego
ardía
y contra toda
previsión
no se extinguía.
El ciruelo
del patio
se yergue
añoso,
mientras que
la pesada
tijera
corta las ramas,
y
el olor
a savia
viene de tus
manos.
Ves aquellos olivares
erguirse en tierra estéril.
Sacan provecho
de la bendición azarosa
del sol y
amarran sus raíces
a la tierra.
Esos olivares
magníficos,
callan el secreto
y lucen la liviandad
del día.
Soy mi rey y sueño rápido.
Breve rayo
de luz,
como monedas
de plata
cayendo.
2
Mientras el calor
desplaza
partículas de
pensamiento,
el
sudario,
( non santo),
de nuestro deseo
desaparece,
como desaparece,
también,
la razón última
de nuestro
(¿amor?).
¿Cuándo?
No sé,
quizá
debiera
caminar unos
pasos,
y asomarme a
aquella fantástica
procesión
de árboles enanos,
enredarme en
esas hojas
húmedas
y
observar,
los pequeños
cambios,
imperceptibles
fulgores.
¿Dónde?
Debería
preguntar
a ese viejo
sentado en el
banco de la
plaza
que también
observa
minuciosamente.
¿Quién?
Ni siquiera
vos
podrías
responder.
No,
ni siquiera
vos.
Es una
rosa
de Jericó,
cada
insospechada
porción
de ese espíritu
voluble,
o una
rosa de los
vientos,
ese cuerpo
diluído
en
la inenarrable
avidez del
tiempo.
Bendición temprana
y leve.
Azar discreto.
Aparece.
Ese venturoso
cantar
de falsos acordes,
pero brillantes
y felices.
Aparece.
Brisa perfumada
en ese encuentro
fugaz.
Desaparece.
Esa expresión
se multiplica en
borrosos espejos,
cubiertos de
vapor.
Como un
exánime prestidigitador
de circo.
Ni cerrando los ojos,
en un esfuerzo
de concentración,
viene esa imagen
de catálogo
masturbatorio.
Magnífico
rey,
príncipe
soberano de
toda mi
sangre.
Derrama un poco,
derrama
todo,
en este
vacío.
Alejandro Mendez nació en Buenos Aires, en agosto de 1965.
Formó parte del grupo poético: Academia Medrano.
Tradujo a Francis Ponge ( El asparagus. 1993. Colección Jimmy
Jimmereeno).
Tiene inéditos tres libros de poesía: Balthazareum; Tsunami y Medley ; además de una novela escrita junto a Rafael Cippolini: Herodías o del sacrificio.
> De: Alejandro Mendez[SMTP:alejo@interar.com.ar] Enviado: Sábado 22 de Junio de 2002 10:16 AM Para: 'salvaje@poesiasalvaje.com' Asunto: envío colaboración desde Argentina Hola:
Soy poeta y vivo en Buenos Aires. De casualidad descubrí su página
de internet y me interesó mucho; por eso les envío poemas míos.Es-
pero que les gusten y acepten publicarlos.
Desde ya muy agradecido.
Alejandro Mendez
de Alejandro Méndez
a 30 de Junio 02