Corre Manuel 

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I

Con garrotes de piedra vinieron,
con uñas ensangrentadas,
cubiertos, encapuchados,
con guadañas y navajas.
Descabezando sandias,
golpeando calabazas.

Visten sotanas de acero negro,
botas claveteadas.
Cabezas de animales les cuelgan
como trofeos de caza.

Y detrás de la morralla,
un perro tuerto, cojo de una pata.


II


Abuela: Corre Manuel, corre
hecha a correr!

Manuel: ¿Que dice abuela?

Abuela: Tus hermanos están muertos! Manuel!!
Hecha a correr!

Manuel: Pero, ¿que dice abuela?
...
Si esta tierra es mi tierra
y es lo único que tengo.
Aquí es donde he nacido
vestido de blanco y fieltro.
Aquí me bautizaron,
aquí es donde me quedo!

Abuela: ¿Es que no lo entendiste?
TUS HERMANOS ESTÁN MUERTOS!!
Y ninguno se murió
porque tuviera que serlo.
Tomás desde el peñasco
por la espalda al agujero,
Jacinto en la negrura,
navaja de plata y cuero.

¡Piérdete en la noche Manuel!

O te subes siete montes
Con la vista en el lucero,
O mañana de mañana
Lloraremos a tres cuerpos.



III


Sierrita de Jocosa
lleva claveles de espinas.
Camino del Encijado
tiene rosales de avispas.
Zarzales de la retuerta,
Viñedos de la Perdida.

Grillos de azul entretejen
collares de malva y ortiga.
Puños de aire retuercen
la tierra de las encinas.
La arena y el agua se mezclan
para ensangrar las olivas.
Un gatopardo rebufa
detrás de las cuatro esquinas.

Trigales de Santa Marta,
Arrollo de La Matilla.
Arriba, Arribita y Abajo,
Abajo, Abajito y Arriba.

Manuel: “Yo ya no soy
ni un gramo de lo que era,
estos huesos y esta piel
no son mas que una percha...”

Arriba, Arribita y Abajo,
Abajo, Abajito y Arriba.

Llegando estaba a la virgen,
La Fuente de Santa Clara.

Manuel: “Y si yo te digo linda,
y si yo te digo hermana,
que no se quien me persigue
yo no se quien me acorrala.
Virgencita te lo pido,
deja que beba tu agua.
Las piedras de los caminos
están llenas de miradas,
el miedo se clava en la frente
secándome las entrañas.”

La Virgen se le aparece
cogiéndole la mirada,
peinándole un abrazo
y acariciándole el alma.
Sus ojos claros le dicen
más de un millón de palabras,
sus besos rojos consuelan,
sus pechos rotos le calman.


Manuel: “Yo lloro porque me fui
sin afrontar la encallada.
Lloro porque un gitano
pega pared y espalda,
se faja los machos resuelto
a resolver la emboscada.
Y lloro porque un gitano
no le tiene miedo a nada,
y no se asusta del aire
ni del murmullo del agua,
no se asusta de la noche
ni le teme a la mañana,
ni abandona a dos hermanos
envueltos en dos mortajas.

Yo ya no soy,
ni un gramo de lo que era,
estos huesos y esta piel
no son mas que una percha”



IV


Yo me llamo Manuel, o así me puso mi familia. Familia ya no me queda mucha. Mi padre nunca le conocí, -ni falta que te hace – decía mi madre. A ella la perdí cuando era pequeño, y todavía a veces me acuerdo de su cara. Mi abuela me cuido, y mas que nada me descuido a golpes, de los que yo necesitaba para crecer, decía ella. Ahora que mis dos hermanos están muertos ni eso me queda, ni eso me queda maldita sea.

La Virgen me dejo llorar desconsolado, pero también me dejo ir. Ella ya tenía bastante con su propio hijo para meterse en más líos. Pero cuando me acariciaba el pelo me di cuenta que entendía muy bien lo que a mi me pasaba. Como no, ella tuvo que llorar también a su niño muerto.

Quienes eran? Y de donde venían? Quien los trajo? Yo nunca le hice daño a nadie. Aquella vez que el Memba me enseñó como quitarle las plumas a los gorriones para que no pudieran volar, yo no quise hacerlo. El si que era malo, como ataba las colas de dos perros mientras estaban durmiendo, y al despertar los dejaba enzarzarse en dentelladas de miedo hasta matarse.



V


Un circo de romanís
pasaba por el camino,
oyeron al niño llorar
y le llevaron consigo.


Eddi, el domador de gallinas, cuidó de mi como un hermano, no mejor, como un tío, porque mis hermanos maldito el caso que me hicieron cuando estaban vivos. Ahora que están enterrados los recuerdo de buen corazón y les honro en la memoria de aquello que no hicieron en vida.

Con el circo de Eddi estuve dándole vueltas al mundo, como cuando la abuela me mandaba enrollar ovillos de lana; hasta que un día Eddi me dijo

“Gominola –como siempre me mentaba– has crecido mas que lo que tus pantalones desearían, y comes ya tanto como la mona Casilda. Aquí ya resultas muy costoso de mantener. Es hora de que te busques tu propio circo (aunque sea de pulgas).

Sigue carretera arriba, y cuando menos te lo esperes, habrás llegado. Tiene muchos nombres: Bábilo, La ciudad de los ciegos (por que nadie se fija en ti), pero nosotros la llamamos La ciudad Blanca.

Dicen que cualquier cosa es posible en La Ciudad Blanca. No es una cuestión de dinero o de generosidad, es una cuestión de escrúpulos, o de ausencia de ellos. Aunque también la llaman La Ciudad Dorada, la mayoría de los días lo único que parece brillar es la avaricia. No te asustes por lo que te digo, no es mejor ni peor que cualquier otra ciudad, pero si más honesta consigo misma.

Cuídate y recuerda lo que siempre te digo: A quien a buen árbol se arrima, no se le ve cuando orina. Que tengas suerte Gominola, y habla siempre bien de los romanís que te cuidaron”


VI


Sangre, sudor y arena,
por la cañada de los Quebrales
sube con la carreta.


Miedo, rabia y pena,
tirando de las tres mulas
cargado hasta las orejas.

Lluvia, viento y niebla,
caracoles de barro le suben entre las piernas.

y a lo lejos La Ciudad Blanca,
humo de angustia sale de las chimeneas.



VII



Ay, es la Ciudad Blanca!
Donde las enfermeras,
siempre están de guardia.

Los edificios blancos,
se desploman sin gracia.

Los lecheros reparten,
leche aterciopelada.

Y los geranios lloran,
desde por la mañana.

Y si tú quieres llorar,
aquí no te cuesta nada

Pero échate a un lado niño,
que pasa una ambulancia!!!

 
 
 
 
 
> From: "Juan Pascual" <techservices@btinternet.com>
Date: Sun, 22 Dec 2002 16:40:43 +0100
To: <salvaje@poesiasalvaje.com>
Subject: Relato Salvaje/Juan Mezcal


Corre Manuel.
Un relato de persecución, odio y abuso.
Para todos aquellos que han sido alguna vez discriminados, torturados o reprimidos.
De Juan Mezcal

 
 

de Juan Mezcal

a 6 de Enero 03
 
 
 
 
 
 
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