El Minotauro de Kristo - - - - - - - -
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Sueñen, poetas, araposos del alma de Dios, cretinos del deseo, ambiciosos de la muerte, y beban y canten y mirren de mis manos; sueñen. Os invito cabras, cabrones, cabroncitos, a comer la santa Cena de la carne de Dios, del inconsciente de Dios y a publicar conmigo el día postrero do nací oscuro de la vulva de la muerte. Nací muerto, incandecente, altivo de la risa de la madre, ebrio en el amor de la cadáver (yo que anduve, soy, yo decadente, Dandy, terrorista, loco, petulante, sabio y fracasado de amor en las caricias). No tengo nada que ofrecerte del mundo, no tengo nada que ser del mundo, ni un dedal, ni una aguja, ni una pistola, ni un violín, sino este dolor de muela, este dolor del falo como un clavo atravesado en la garganta, como una espada atravesada en el oído. Yo quise escribir como un cretino que sueña demokráticamente en los arrecifes. Pero estaba prohibido por Dios. Dios me había prohibido ante los hombres. Y Dios me llamaba: "Yván Soledad, fantasma mío, carne mía, cruz mía." Pero estaba prohibido ante la muerte, aunque ésta cantaba sirenas contra la soberbia de Ulises que sueña ser héroe de San Juan... Yo quería una red, un pedazo de ser, una hostia, una campana, pero estaba prohibido el placer de la mariposa negra. Estaban prohibidos los amigos, porque a cada estupidez el Minotauro abría los ojos y rugía dragonamente contra los siervos de la poesía y oían desde el coro que la suerte era gris en las esquinas confusas de la muerte. Sólo tengo, sólo me queda este dolor que orina y esa palabra que duele, que aúlla loba parida en las entrañas de los dioses. Esta palabra loba que anda entre los subways, entre los senos de las mujeres hermosas como una geisha en los burdeles. Esta palabra como una madre hipotecada (que orgasma en los secretos y copula en los silencios d'espalda, de perfil, de sed, al borde del disparo): navajas mohosas que Dios vende en el mercado de las pulgas contra todos los poetas del yanquismo. ¡Padre mío, que estás en la locura, santifícame, orgásmame, úngeme! Porque yo vivo aterrado como un santo que pasa ebrio, cantando, por las sombras del ojo de la aguja, de los ojos de las vulvas, amarillas, azules y violetas.. Io paso pánico, furioso, como una monja delante del asesino deseado. (Yo leo como un negro ciego que pide limosna.) Como una niña que ha tomado la guagua equivocada para soñar el cielo... Yo sólo anhelo a Dios en las esquinas. En la vulva de l'amada, caracol del cielo, gimiendo por la risa o por tus hostias de mujer te oigo, Dios, en las palabras pequeñas, añejas como risas, como rosas de lata como angustias de moho en las paredes, Rumi, de tus canciones. Yo amo estos sueños inciertos, como un asesino. Yo amo ese Dios que orina contra las copas del templo, contra las copas de Jerusalén, y contra el fetichismo de las mezquitas y contra la costra de la sangre de las mujeres en lunas asesinadas por los musulmanes y por los cristianos. ¡Os invito, poetas, rebélense en nombre del amor contra el cielo y la tierra a publicar la muerte (la vergüenza, la traición, el odio de ustedes sulamitamente en la nave de los locos que levitan en el deseo de tocar el odio, el oído, el inconsciente de Dios como una vulva)! Yo colecciono los clítoris de pan de las estatuas de ustedes. Los gatos azules de las monjas de ustedes: en las gavetas inciertas de los sueños mohosos de ustedes, en la sombra vulgar de mi padre y en la sombra reluciente de mi abuelo, de mi caballo blanco incierto oscuro de otoño, en la isla de Patmos, do Visnú pasa en el enano verde de la noche, do Visnú pasa en el pez falo de Pan, do Visnú canta nabimente en el reino de los hombres (¡oh, Tláloc!, ¡oh, Dyonisio!, ¡oh, Kristo!)... Yo pasé delante del espejo de la muerte. Yo tengo Mala Suerte como una madre que me lleva y que me trae en el sinsabor de los amigos que publican hermosas ediciones de oro y los críticos los masturban por fama en el mes de julio delante de las puertas de l'Academia. Yo sólo escribo debajo de l'arena (un ataúd, una cerveza, un mar), un vidrio, un alacrán, un sueño, una sed, una ceniza, una farfalla, en la madera d'extraños ataúdes el nombre mío de Israfil ebrio, Henoc, distante esquizo, anunciando que Cristo ha resucitado de los muertos. E io vampiro como un Cristo cojo, inclemente, airado, como una farfalla que reparte la lengua entre los niños que matricidan, que corren, aúllan y mastican amapolas, espinas y pompones en el sueño americano (cabroncitos de Dios, ¡despieten!) d'esas madres de trapo que los visten y los cantan y los envían al infierno. Las muñecas más oscuras que las madres, las madres más oscuras que la muerte, más cremadas, aumadas, cocidas... Esas madres imposibles como la ira que llorara Jesús, marihuanamente solo clavado a una rosa lila, a un denario roto... Madre, he ahí tu muerto; he aquí tu sombra, hijo, porque Cristo se ha sublevado anarquistamente como un salmo de David, y se ha sublevado como un niño mirramente que brinca la tablita y peregrina, en el columpio de la cruz. Cristo se arroja en su Volkswagen encendido, molotov al hombro, como hojas de otoño, como lluvia de mar en las espumas, como la sed de mar en los espejos, aúlla la cruz altoparlantemente: Yo conozco los nombres de todos mis amigos que no acudieron cuando estuve triste, ni llegaron cuando estuve solo ni me dieron amistad cuando tuve anhelos, ni me dieron sed cuando tuve hambre, ni me dieron de comer cuando tuve insomnios, ni me dieron de soñar cuando estuve muerto. Y ellos te preguntarán, Señor: ¿cuándo lo vimos triste o solo, sediento o paranoico? ¿Cuándo Te vimos nostálgico y furioso, desamparado y risueño? Yo conozco los nombres de todas las moscas que rondaron mis poemas: bienaventurado el poeta que no plagió la muerte, ni registró la muerte, ni anduvo en los poemas del otro poeta. Bienaventurado el que no desea su auto, ni la espada de su fama, ni la mujer oscura de su amigo, ni el anhelo podrido de su elogio, ni su taza de arroz mezquinamente, ni su saliva envenenada ni la orgía de su noches de bodas. Enterradlo, picadlo en las latas de salmón molido, en los paquetes de condones, o en las hostias amarillas y duras de los sacerdotes pedófilos que rezan delante de las mariposas molidas, machacadas cuando yo esté delante de vosotros con ametralladora pulida, con niños pulidos y abra fuego artaudsianamente contra ustedes y abra el sello azul, y abra el ángel rojo, y el caballo bermejo del otoño abra (una noche del eclipse --un eclipse de la noche--) y t'escupa Dios, lector, por cobarde, por pasivo, por tibio, por cabrón, mientras los judíos cantan un sabbat fascista contra los puertorriqueños y los negros. Yo creo, blasfemo santamente, yo bendigo a la pluvia como a este dolor de muelas, como a esta fiebre de otoño, este miedo, este pavor, como a esa nieve que cae detrás de tus ojos enamorados... como esa muerte tuya y esta muerte mía que lloran en las palabras duras del poeta, y en las palabras tiernas de los muertos. Yo me sublevo, Cristo. Me sublevo, amor, enamorado de la vida, de la muerte altiva que se enamora de tu carne y me visto delicado, me plancho, me almidono como si la muerte me hubiera caído de las rosas, y el cielo me hubiera caído de los labios de l'amada. He aquí, minotauramente, yo estoy delante del Hades y clamo por el héroe mío que nos ha de salvar de la costra, de la maldad, de los burgueses. Yo t'escribo con mis uñas, te hurgo el corazón con est'alma que canta y te llamo a que me oigas (en las palabras violentas del amo --en las palabras tiernas del odio--), mientras brincas el tiempo aliciamente, en los columpios inciertos, en los caballos de ajedrez que bermejan la hora en que Cristo orina contra las vitrinas de Broadway. Oh, yo te invito, poeta, navideñamente, porque os ha nacido un Terrorista en la ciudad de Belén, yo te sublevo con mi voz de ángel (de buzo, de astronauta, de gígolo), una mañana de otoño do caerá la nieve de tus ojos; yo te invito a divagar, entre el insomnio y la noche, este sueño de amor do te clavo las navajas de oro enamoradas contra tu confort de mierda. Yo te invito a soñar como semen, yo te invito cristianamente, como a esas hostias o a esas moscas, o a esos nombres o a esos amigos (que no quebraron su cáliz a la hora del amor, ni su cuchara a la hora del odio) que se burlan y pitan y coronan la cabeza de Cristo o la cabeza de Yván Soledad en las palabras dulces del silencio, en el tema del amor enterrado (entre el cenit y el nadir, entre el ocaso y el alba)... Yo os invito, poetas, a beber la risa de mis manos, a comer la Cena de mi miedo, cuando el Minotauro se subleve en Cristo (y cuando Kristo se subleve en Tauro entre los besos con una espada, entre las vulvas como una espada, yo os invito, entre el orgasmo, como la espada del amor contra la espada del odio). 26 de diciembre del 2002, Nueva York Yván Silén > From: IvanElsa@aol.com Date: domingo, 29 diciembre 2002 18:51 Subject: El Minotauro de Kristo o el año 2003 de Yván Silén a 6 de Enero 03 |
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