A la memoria de Carlos Giulani
“...por cada niño de la calle
una canción muerta de hambre”
(Loquero)
en el principio era el miedo
I
Viento noche veo
Veo piedra serpiente arena
tumor providencia virtud
sangre piel saliva pupila vida seca
No arrepentimiento No estrellas No cruces
El cielo es un mar de hojas negras
flotando ataráxicas en el aire
o quizá en movimiento continuo
buscando caer sobre el desierto
esperando un soplo de cordura
desde los labios del que hoy ya no es tiempo
II
acantilados infestados de vuestra locura
no forjan la serenidad que necesitan
caen grandes tormentas y se despedazan
como lo hizo el tiempo hace algún tiempo
nos sentamos en pétalos de tulipanes
los más empolvados y frívolos de nuestra era
éste el destino de todos los caminos
Roma se ha derrumbado junto al parto de la nueva vida
ya no caen ángeles de la luna
los serafines saben que romperán sus huesos
al estrellarse contra esta tierra, este crímen
contra este cemento, esta verdad de verdades
cuántos corazones hemos visto en esta vida
sin duda pocos, si es que alguno
y no han dejado de parecernos grotescos
por eso hemos hecho del mundo una aguja
es verano en tempestad
es verano en acantilados
es verano vuestra locura
en carroza de plata se escapan los antiguos tesoros
y así caminando en mis pupilas
y así el más ácido terciopelo me pareció lascivo
III
Candelabros seréis por el resto de la vida
si no habéis aprendido la sombra, el estornudo, el asco
candelabros de lana roja entrelazada con arterias de rata almizclera
tal como vuestros padres os han condenado
yo hoy condeno la paternidad del plañido
"¡Retórica, retórica!" - gritan desde sus jaulas
los dos únicos primates que se tienen permitido hablar
"¡Retórica!", incriminando a los deudores de la dicción
Y nosotros, los que no llamamos las cosas por su nombre
nos revolcamos como cachorros de lince
en la crítica de la paternidad del llanto y sus miradas de águila
¡Líneas!, líneas paralelas, líneas imposibles
encontraréis en el corazón de todo mártir
así en su cráneo, así en su espíritu
IV
Pater Timor
"¡Nunca encontraréis el hambre
cuando alguien haya soldado el último gruñido!" -
advierte aquel pulpo disecado
pero nosotros, las nuevas brujas
repartimos nuestras piedras
como si de corazones se tratara
El terror, ¡Oh, madre! ¡Oh, padre!, ¡El terror!
saberse libres de crear dioses
y, luego, no poder excretarlos
¡Oh, padres! ¡El terror!
No es suficiente un día de fotografías y besos
con todos aquellos, nuestros peores amigos
Balbucear con tedio el himno nacional
y, de pronto, el estío, ese que quema al mismo fuego.
Besamos por vez última nuestras vulvas preferidas
cantamos la última canción de cuna frente al espejo
lloramos, ¡Sí, padres, lloramos!, y no es la última vez
Todo habría sido menos trágico
si no hubiera maldecido esta tierra un millón de veces
y, luego, un millón de veces, la hubiera vuelto a amar
¡Amarla! ¡Amarla como a mi mismo!
así me lo ordenó el Cristo
el que se fue después de embaucarnos
el que asesina, el que no llora
Pero el viento, pero la lluvia
pero el coirón que no vi nunca
¡Aquel coirón que no sabría describir!
y la inercia, la nieve, la escarcha
¡la escarcha y la nieve!
nieve y escarcha somos y seremos
los horribles monumentos
V
Dormí entre diástoles y sístoles
y toda patria me pareció idiota
y mi corazón fue musgo
y se esparció sobre todo órgano jadeante
lo seco, seco quedó, ¡Sequía, mía mater!
y en su fragilidad nos revolcamos
cuando no estábamos ni tan solos ni tan locos
el verbo, de una vez, dejó de presumirse tal
el aplauso se extinguió, ya no había dioses
y los niños lanzaban papas y cebollas a sus patrias
¡Oh, doncellas! no manchéis vuestros vestidos.
Ellos, que se arrastran como sanguijuelas
y se alimentan de corazones secos
ellos, serán los nuevos elegidos entre el rebaño
VI
Disculpad, Infantes, la amargura en mí rostro
y es que la virtud poco entiende de amores
y es que Cristo amo tanto al prójimo
que le fue imposible amarse a sí mismo
Disculpad, Infantes, que hoy les hable con hastío
y es que Cristo se jacta de las llagas en sus manos
para nuestra lástima, para mantenernos en esquila
y así odiamos la frialdad de nuestro cuerpo y anhelamos un alma.
Disculpad, Infantes, en verdad disculpad
poco de música puede enseñarles esta oveja descarriada
menos, en estas andanzas. Y es que la virtud entiende poco de amores
y es que Cristo olvidó amar.
VII
Ruedan, monte abajo, las cabezas de los dioses
con sus aureolas socráticas y sus caras de yo-no-fui
Ruedan, descendiendo del olimpo
como víctimas de la nueva guillotina dialéctica
en igualdad de derechos ante su propia injusticia.
Algunas ruedan cantando, otras llorando
mas ninguna ríe. Los dioses no saben reír.
VIII
me despediré con un beso desaborido
con un beso con sabor a cristo
y marcharás a ese averno de lenguas muertas
fuegos donde reinan pequeñas llagas color eternidad
entonces, sólo entonces, el olvido no será venganza
caminaremos entre caparazones de ancianos
coronaremos con espinas al Amor
y, al buscar tu portarretratos, verás la ceguera.
IX
escriben los muertos sobre páginas de silicio
arrastran sus tumbas por callejuelas lóbregas
no entienden de política ni economía
encuentran en el hambre sus gruñidos más alegres
tararean canciones de libertad
caminan con los oídos apagados
y ven en el mundo una cuenca
y en sus ojos ven un mundo
entre ellos se cuentan mentiras y ríen
presencian sus funerales
y con mortuoria torpeza
intentan descifrar lo escrito en sus epitafios
X
Mares vi antes que alas.
Nunca vi sol tuerto
ni dios bailarín.
Nunca soñé flores
ni eyaculé sobre sus pétalos.
Ni lo deseé.
Mares de gemidos
transitaban mi odio.
Mares vi antes que alas.
Qué hacer con mi tumor
qué con las hostias.
¡Muros fragmentados!
No hay vicios en cruz
ni hay cruces viciosas.
Los hombres comen dioses.
Desnudez vi en ti
ésa que ríeme
que me llora, que arde.
No hay virtudes humeantes
no hay lenguas tórridas.
Ni valentía fui
ni estupor virginal.
El sol está tuerto.
Los cetros, los sueños.
No hay vientos ni dioses
ni amargura ni cruz.
Vístete, me dijo
vístete o me cuelgo
no hay mariposas aquí
en este planeta
reinan los cánceres
el desierto, el cristo.
Los dioses comen hombres.
XI
el triángulo aurífero interviene en el monopolio céltico
cae el reflejo sobre la calva de un sacerdote
un francés, muy idiota por cierto
sudan nuestras orejas y glúteos
el balance de los últimos diez transportes de córnea
pronostica vientos al sur de Brooklyn
entonces su virginidad recae sobre sus anteojos
sus bronceados muslos se deslizan por mis pestañas
mi falange
mis cabellos
mi glándula pineal
mis arterias
y, ensangrentada, recuerda el día de nuestra "obra maestra"
recuerda el minuto exacto
y, luego, olvida su cristiandad, como quien olvida sus comezones
se despoja de los harapos que cubren su frágil tórax
con sus manos, se acerca los senos a los dientes
los muerde, hasta sentir que tan violeta puede presumirse la nieve
lame sus pezones, hasta distraerse, dejarse influenciar por la política
normalizar la revolución en el sub-cielo
nuestra defensa cae sobre los retratos de Molieré
y, entonces, olvidamos la interrogante fundamental
nos deshacemos, una vez más, de los viejos talentos
electrodomésticos desarrollados en un mundo hostil
desaliñado, y ebrio de equidad intermitente
el crecimiento per capita desde 1972
los dioses embalsamados en museos enmohecidos
los consumos diarios del espíritu santo
el comedor diferencial de un teniente bulímico
las aeronaves de las grasas oficialmente prohibidas
el cuidado de la salud mental y su deterioro en el paraíso
los embriones que explotan en el útero antes de saberse vivos
los ministros que venden el pueblo a la peste mundial
grecia explota, cristo explota, wall street explota
occidente explota ante el triunfo inminente de deshilachadas banderas
pútridas en lavanderías de mala clase
entonces, un uniformado se pierde en la obscuridad
de la cual yo soy el único dueño reconocido
los demás se mantienen en el anonimato
por temor al clamor popular
o debido a problemas con sus huellas digitales
o la retina de sus ojos, cuanto mucho
un grupo de hombrecillos con dientes rosados
hace lo posible y lo imposible
por apaciguar el bullicio enceguecedor de sus vehículos
entonces, lo sé, la hora se aproxima
recorro, con la mirada, los castillos a mi alrededor
y ahí está ella, en la torre más alta
cubierta de pétalos de mandrágora
dejando a la vista sus muslos y pezones
cantando, como siempre, cantando
parece no haberme visto
me dedico a contemplar su belleza
mientras llega la hora exacta
un hombre-que-es-más-árbol-que-hombre
me pregunta la hora
y yo me pregunto: ¿para qué un árbol quiere saber la hora?
entonces, atacado por ambas preguntas
miro al suelo: a mis pies, un reloj
es la hora, para mí y para el árbol
desenfundo mi arma, la cargo, y disparo
los pétalos que cubrían su cuerpo se desprenden de él
como si éstos hubieran estado adheridos
únicamente por la fuerza de su vida
sólo dios no sabe por qué hacemos las cosas
y el miedo se hizo carne
y habitó entre nosotros
> Primero que nada felicitar a nadie por la web
luego, les envío adjunto un nuevo proyecto de librillo
salud, amor, placer y Libertad
Raimundo Nenen
Bruja
de Raimundo Nenen
a 30 de Mayo 02