No es posible al fin que el milagro no estalle
Antonin Artaud, Otros Poemas
Hierocles derramó en la tierra
El agua de su cántaro y dijo:
si hemos de entrar en el desierto,
ya estoy en el desierto.
Si la sed va a abrasarme,
que ya me abrase.
Jorge Luis Borges, La Cifra
TATUAJE EN FUGA DE LOS CUERPOS
COMIENZO DE LA LLUVIA EN HARLEM
But I have that within me that shall tire
Torture and Time, and breathe when I expire.
Lady Byron
Para Cecill Villar
¿Y dónde se escondía el lóbrego sol de las derrotas?
La fábula urde en los muros la plegaria,
reconoce al visitante deformado en atavíos de sangre
y con monedas de bronce siempre indemnes por la ausencia.
El maderamen está listo.
No insistas con el decorado de los frágiles.
Parezco caer junto a estos muelles
donde yacen las lágrimas de Adán y su heredero.
Me congelas en el cuerpo de prometida arcilla.
Las caravanas llegan al festín.
Borradores del relámpago, siervos de una antigua potestad,
sellarán con luto la habitada mordedura de tu especie negra.
Nadie puede abrir -ni siquiera rasgar- la feroz tapicería
de mi duelo milenario con el agua.
En esta playa se desnudan los lobos.
La cicatriz amargará hasta la náusea lila
los colmillos de su máscara de iniciación.
Ya era tarde cuando me amamantaron.
¡Piedad!
¿Alcanzas la húmeda carne de tus hijos
como filo imborrable de navajas?
¡Despréndeme, atestíguame por la transubstanciación
de aquel reino sepultado!
¿No era atroz el amor en esas caras que ya han visto
el infierno desde el fósil de mi soledad?
En la humareda fui el primer huésped.
Ensimismado o errátil, se quiebra el sudario debajo de mi efigie.
Llueven sudarios en esta rajadura donde tiemblas huida,
donde guardan los restos de otro viaje encantado.
¿Qué nocturna Medea en esta anunciación de peligrosa alabanza?
¿Quién sobrevive a su paso por los tibios jardines?
Canta el niño ciego su dolor de pronunciarse
allí donde los ríos y el mar recogen vidrios de mi historia.
Inevitable este renunciamiento consagrado a un golpe de tinieblas.
Debajo de la piel, los huesos cantan.
Los huesos me ven.
¿Y hay catecismos de pavor que detengan a los desolladores?
La tribu arrastra los tentáculos del brujo.
Lloré hasta la lejanía del miserable en el umbral de una iglesia;
lloré hasta vaciarme los ojos en las islas del hambre y de la peste.
¡Bienvenidas memorias de tu transparencia en Orión!
Les di de beber el deseo y también la impostura
del disfraz más hermoso de este mundo.
Cada huella es un tajo de abismo, les repites.
Alrededor del camino sólo encuentras ataúdes
cubiertos por guijarros.
El emigrante perderá los vestigios de su recién nacida.
La anamorfosis del retrato inundará la hierba.
Yo he buscado la entrada, cumbre de los sortilegios.
He comprendido.
¿Por qué no cesa este llanto contagioso en las ventanas?
La letanía multiplicará mi silencio.
¿Y por qué no sube hasta aquí donde me nazco esfinge?
Mirada de trasluz. Hoy es la noche.
New York, septiembre de 2000
MELQUISEDEC
-Salmo 109-
Horas en que la lluvia sana
la herida inextinguible.
Ellos te engendran,
libándome como rocío diverso
entre sombras que vuelven al jardín,
que sueñan jardín antes de irse.
La redención cuida sus vientos de orfandad
y todavía escuchas el rumor
escondido de la tierra.
Quédate, luciente.
¿Y cuántas veces supimos restañar
el ojo en la tormenta
hasta exhumar las jerarquías,
los ritos, los linajes perplejos?
El cardo se desmembra
aun sin verlo.
Prestidigitador,
Sucede siempre en la aurora.
Victoria, Abadía del Niño Dios,
18-VI-2001
SOPLA EL DESTERRADO
Palabras tendidas a la tarde de un corazón que se enfría.
La música te desnuda, sacral y victorioso.
Has visto el resplandor entre las cruces.
Victoria, Abadía del Niño Dios,
19-VI- 2001
ESTANDARTE DE UR
La comparsa ríe
bajo la multiplicación
de una nube.
El muro es amuleto
de la lluvia.
Libre de presagios,
depositas tu cadáver
en un tajo de memoria.
Las burbujas incrustan
rehenes de dolor,
escorial de llagas.
¿Me condenas
al hormiguero de este porvenir?
¿Qué mares no nombré?
¿Qué jardín no estallaba
en mi cuerpo sin tregua?
Regresa el luciente
con la opalina azarosa
de la desventura.
Siglo a siglo
devoras el corazón
de las cenizas:
Las mordeduras vuelan.
¿Quién imagina las gradas,
las arterias, las circunvoluciones,
las artimañas de una casa
allí donde la sombra clausura
la Ópera Vigía?
Pregones abren la mudez,
salvan la diferencia.
Con una máscara de hueso
proteges al gusano.
Con la careta de trapo electrizada
astillas el límite.
DUDANTE O EL JARDIN AMURALLADO
Omnis qui se dubitatem intelligit, verum intelligit, et
de hac re quam intelligit certus est.*
Agustín, De vera religione, 39,73
Ensañada entre las cuerdas del abismo,
su boca absorbe lo que dejas.
Dice que han de incendiarse estos trigales
como antiguamente
la más turbia arena del fin.
¿Por qué la cara y el robo
de esa memoria entre los tréboles?
La verdad, lujuriosa madrastra, inventa
un desierto oscilante para escalar
la indecible vejez de la criatura.
Padre, lámeme las heridas.
Perro, lámeme las heridas.
Madre, lámeme las heridas.
Ya las manos son agua de sangre
de la noche de quien golpea harapos.
¿Y los ríos donde perder
el amarre de tus cercos de sombra
hacia el festejo de las pesadillas?
Dijiste que despertar era su increíble,
entre tirones y metamorfosis.
Así extraviaste las piedras, los ríos de mármol
como cruces en el cuerpo de tus muertos.
Hubieras reclinado tu abandono
a los dientes del pájaro.
Era fácil caer, aun sin pronunciar tragedia.
Pálido doblez de un salto
que se anuncia en la noche
y sale por la alcantarilla.
Reparte sus juguetes en el funeral
de los amordazados al latido.
Invoca temblor y abre el muelle
del filoso en la ausencia.
Aplaudirían los siervos
la voz de aquel desconocido que se borra.
¿A lo lejos los desesperados,
los que sobrevienen en ataúdes concéntricos?
Son incompletos los trozos,
las bocas, el plañido, tus trofeos.
¡Qué testigos espían desde puertas lejanas,
esos astrólogos de ojos vaciados,
esparcidos entre el futuro de mis crías!
Me leían en el rayo.
Ellos bailaban.
¡Cuánto fin y comienzo
del hambre hasta la saciedad del baldío!
Risas como el suicidio de una marioneta.
Padre, perro, madre,
escalofrío de tu especie, sólo adentro,
¿por qué subes a la caliente mansión
con la leche perdida de una loba?
Apenas ardió
leíste en su rostro:
"Crucificado en la palabra."
Buenos Aires, agosto de 2001
*Todo aquel que sabe que duda, comprende la verdad y está seguro de lo que comprende.
JAM SESSION
El resplandor sosiega en este lado.
Esperabas el lugar del resplandor,
no debe ser la palabra,
la lastimada.
CANTA, LASTIMADA MIA
Canta, lastimada mía
Miguel de Cervantes
A Olga Orozco
¿Cómo era tu casa antes de la restauración?
Barro sobre barro
y esa debilísima lluvia que caía en las persianas,
tan esponjosa lluvia en la madera del viento,
cóncava, supliciada de la hoguera anterior al diluvio,
escurriéndose en la amarga envoltura
que la lleva a ser visión de polvo prometido en las cenizas:
caldera del escalofrío al borde de los labios.
Oscila este inmigrante sin poder atravesar siquiera,
sin apartarse del suntuoso pantano.
¿Qué ropaje amedrentado entre la fiebre y la seda,
pero más ajeno en el telar sonoro que devora la coraza del exilio
y en que anudo de una vez por todas mis sudarios?
Es inconsolable este doler,
este doler a grito final de condenado.
Son heladas las máquinas que ciegan, los hornos que estrangulan,
Los alfileres que irumpen en tanta desesperación estremecida.
¿Qué escafandra necesito para probarme el castigo?
¿Y qué máscara que no se derrita?
¿Qué vértigo sufrido en este amargo trayecto hacia la noche?
Me incuba el huevo de la alianza, la cáscara lila de un martirio
donde no puedes saber quién fragua las respuestas,
bajo qué hirviente superficie se sospecha el derrumbe
y el brillo en la fisura.
Este no es un muro que separe mis sueños del sueño del planeta,
una cámara increíble para fundir la usura de los huesos,
la fábula caníbal de la historia inocente.
Corría yo por la herrumbre del palacio,
sin darme cuenta apenas de esos alambrados
ocultando a los tréboles.
Líbrame de todo mal,
de los guijarros malditos hasta el borde.
Tú me conjuras de la muerte nauseabunda, de la muerte vibrátil,
de la muerte que pudre.
La última flor de la corona fue robada,
de agobiadora vida husmeando en el residuo de dos manos que han sido,
de las solas que en un lento infinito se abominan.
Han crucificado el cadáver,
el cadáver durmiente,
raptado en ese espejo invulnerable que circunda tu infancia,
por estos arrabales sin dios y sin testigos.
¿De qué inmundo misterio engendraste a tus padres,
adónde las pupilas de inocente basilisco?
¿Son las mismas que escupían la cuna,
que zumbaban de pavor en las orejas del monstruo?
No hay peregrino tenaz ni cruel alabancioso
que limpie mi cara de Van Eyck para la aurora.
Canta, lastimada mía.
De sangre, nada más que de elegida sangre
te hiciste pedigüeña en esta hora de la sed en que me ahogas
no pudiendo levantar a aquél que sufre.
Será como una lámpara en el pequeño alféizar de una casa abandonada.
No me recuerden el crimen.
¿Cómo me diste tanta soledad si estaba lleno?
Las piedras urden lo que graba tu piel en los baldíos.
¿Cómo es entonces el camino?
Estás a punto de trizar el bloque de hielo que te encierra
en viejas, atroces migraciones al silencio
revelando ciudades partidas por un ala.
Canta, lastimada mía.
En la negrura del mar rozo mi cuerpo, mi fardo de preguntas,
esta fotografía salvada para siempre del naufragio.
Canta, lastimada mía.
La voluptuosa canta de blanco sobre un fondo rojo.
Canta en las cuevas masticando ayeres desde su porvenir milenario,
Canta, lastimada mía.
Canta ahora.
Y despréndete.
Marruecos, Fez, octubre de 1998
ORIGENES, DE ALEJANDRIA
La raíz, ascendida en el viento,
vara de leche perturbada entre espinas,
debe aferrarse a su historia.
Abajo cantarían las grullas.
Hazme mansión de lo que callas:
Coróname de ardor por el regreso.
¿Por qué saliste,
madrastra de los espejos estériles?
¿Por qué juntaste los dientes
con la firme devoción del tembloroso?
Abajo cantarían las grullas.
Sangre hundida,
hambre de la tribu.
¿Qué hebras para la exhalación?
Antes de que viertas la herida,
idolatra tu llanto.
Son puertas asilándose
en la sal de mi sombra.
¿Fue tan lejos caer?
Abajo cantarían las grullas.
Mastines dejan oír
el rumor de la ciénaga.
A imagen y semejanza
de quien escarba y roba y me retiene
en la escritura más ciega,
te obstinas en la celebración.
Abajo cantarían las grullas.
¡Desagües y dudas
para el celo incrustado del fuego,
para tu hocico!
Praga, septiembre de 1999/Buenos Aires,
julio de 2001
TATUAJE EN FUGA DE LOS CUERPOS
En primer lugar, signos: cuando, en una asamblea, el desnudo se
codea con el vestido (y por consiguiente se opone a él), es decir fuera
de las orgías...
Pierre Klossowsky
Habría que ver cómo descrucifican
los cuerpos a la intemperie
en que el amor se pregunta
sobre hierbas todopoderosas,
y el oro carnicero de los ángeles
grita en la ceniza.
El hambre hace ya un recuento de capitulaciones.
Evaporas al traficante exacto de toda tu vergüenza.
El sudario ofrece llagas
para un dios que está ciego.
¿Cómo pronunciar frente a la piel
su historia de tenues vejaciones a la luz?
¿Por qué no pronunciarme desnudez
en este dilatado país de un ardor tan fulmíneo?
De un zarpazo llegarás a la casa.
¿Cómo debo mirar ahora
la devastación y las puertas?
Tenebroso, imantado o quemante,
el revés de tu sexo muerde piedad
cuando me viertes.
CUANDO A LA DERIVA
A Marcel Heinart
Una geometría de silencios
incrusta la inocencia en su delirio.
¿A qué noche me trajiste
revelando el costado de la perduración?
¿A qué inocencia, hijastra o grulla
de mudable leyenda?
Duermen en la frontera -borra de la luz-
con sus coronas rotas.
El sacrilegio es un perfume;
toda fragua, nada más que un error
deshecho entre las mordeduras del crimen.
¿De qué palabras derritirías la inocencia?
¿De qué yo sin el tú que fue nosotros?
Casas desfondadas en el cielo,
pantanos y niños de piel incandescente,
el mismo hambre en la memoria de mis manos,
y después aquella canción
cuando a la deriva rebobino mi infancia hasta la muerte.
¿Acaso no era un rey el que esperabas?
Liege, septiembre de 1992
MEDITACION SOBRE UN PRELUDIO A SOLAS
Y escupiendo en sus ojos, le puso las manos encima,
y le preguntó si veía algo.
Marcos VIII, 3
Todos los hombres pierden el camino de regreso.
Sucede desde la primera sed de la criatura.
La fulgurante procesión de escarchas
fluye en las cortezas y no sabe morir.
Nada revelaría el camino, ni la flor cenicienta,
ni el alimento -a oscuras- en el umbral de esta salida.
El ciervo vulnerado percibe los barrotes.
Han bebido el ácido feroz sobre las cláusulas.
¿Hubo un sueño aquí llamado lluvia,
una palabra que nombrara un sueño llamado lluvia?
Muchedumbres son carcoma de la noche,
derretida como un cóncavo incendio de mi transparencia.
La memoria canta a traición.
Rotan caretas simuladas vagamente
hacia el bosque, el más duro abandono.
Acumulas eternidad en tenues caligrafías sin navajas.
¡Que no surja el esplendor de tus sótanos!
El ataúd de nuestra sangre ya fue abierto.
Un salmo se entremezcla con murmullos.
¿No hubo acaso una brújula de hierro sapientísima
que guiara tu orfandad como un latido?
Es tan lejos la vigilia.
A los costados, sólo verías fosas e inscripciones:
¿quién será ungido, desnudez,
pero quién comerá su podredumbre?
Olvidaste la Puerta, a imagen y semejanza
de tus precoces, voraces nacimientos.
Los carbones encendidos velarán hasta la muerte.
No estaba allí la cuna poblada de alacranes,
el trono enardecido para la demencia.
(Al mirar fijamente, alcanzarás la pequeña cruz
donde roen un corazón leproso.
Hay huesecillos, también. Hay huesecillos.)
Un niño vestido con espejos me lame ahora
la raíz secreta de la herida.
Si surjo entre dunas me redimes,
como si fueras un colibrí volando
desde las entretelas de la separación
hasta mi boca.
¿Y fue con luz como vacié este cofre lleno de ojos,
ojos como bordes de alarido, como semillas
finales en la lengua del custodio?
¿Llora el heraldo que no he de nombrar?
¿Qué mundo no traiciona a la palabra?
Altísimo este bosque y traslúcido el vértigo,
ellos piden entrar por las murallas.
Tal vez un temblor mojado acabe con la historia.
Me adelanto al ascenso.
Vas a ver las llagas y sus crías.
Es necesario que así sea.
SOMETIMES, I FEEL LIKE A MOTHERLESS CHILD
TRES ELEMENTOS DEL MUNDO SOLAR
Nuestros años como la araña meditarán.
Salmos, LXXXIX, 9
Ebrio de la sangre de las piedras, idolatré a los caídos.
Se derramaron en mi pecho los ojos
de los forasteros que nacen en mitad del diluvio.
¿Es éste el desperdicio convertido en un ala?
¿Adónde otro amarillo vigía, la cruel envoltura
sumergiéndose hasta el pico del fósil?
La plegaria hilvanaría tu lepra con la sal
hecha furia para el éxodo cautivo.
Ya escuchas el aleteo incesante de la mariposa
sobre el filo negro de la desnudez.
Recuperas el desierto y sus trabajos.
Ya cavas la herida con lóbrego esplendor,
la lames por fin, la incrustas en tu historia.
Entonces, ¿por qué no habrías de morir bebiendo
en la maraña todo ese oro?
PALIDO CERCO DE LA SOMBRA
La vejez mecía mi corazón, como mece
una loca a un niño muerto. El silencio no me
amaba ya. Y la lámpara se apagó.
O. W. de Lubicz Milosz
El visionario ha desollado la hendidura
por donde cae el amor, infancia adentro,
y en que aguardo el frío amante
del rumor de un irse de la tierra.
Perdido entre los tuyos,
te devorabas con fiebres
que engarzan y abandonan
el exacto rumor del bosque incendiado.
¿A qué crías, a qué sed, a qué funesta tribu
reclamaste por el oro de la lluvia?
¿Pero por qué se entregan esos hijos
que vienen con la esfinge tatuada de su lepra?
Nunca terminan los viajes bajo el puente,
bajo el puente donde un cuerpo tiembla:
tajo libérimo de la separación.
Hoy has llorado el mundo.
Huye todo presente.
Sin número, la música y el alba
calcinan los huesos de los hombres.
¿Quién acuña el hocico del ronco gemido del yacente?
Ahí tienes la tormenta.
Un ciruja en Bagdag bebe su sopa larvaria.
Pitágoras se sepulta en un sueño
con ataúdes de hierbas sin descanso.
Las viejas matronas alzan cucharas.
Whitman resplandece hasta doler.
París, tarde del 26 de diciembre de 1996
CANCION DE CUNA EN LA SUPERFICIE DE LOS CUERPOS
¿Has llorado con tu canto de brillante muerte,
si vienes con el licor inasible que manan los helechos
para ordenar la escritura del cadáver,
por amor al cadáver y su hundido teatro?
Alrededor de la pocilga, la sanguijuela ignora
los dientes arrastrando espuma de un oráculo
entre muslos entre destierros entre fogatas.
¿Has llorado con el olor de un grito,
si tu cama de malezas esconde el hormiguero
exacto de la locura?
Latidos de un tambor se extinguen
en el lujo pobrecito de estas tumbas.
No hay honras ni aceites en la cosecha.
¡Ay lluvias donde borrarme
el carnaval de mi amor por Nijinsky!
Esa cara advertía en tu fracaso
el fracaso desprendido de la lluvia.
Comiste en el muelle los despojos
de tu maleta de agujereada esfinge.
¿Has llorado el inútil resplandor de las piedras,
si la historia es sangre seca en los baldíos?
Tanta memoria prostituta.
Apoyas el ahogo en otra boca.
París, 27-X-2001
JUAN JOSE ARREOLA
Vio a la humanidad que buceaba, que buscaba infatigablemente el arquetipo perdido.
Cada hombre que nacía era un probable salvador; cada muerto era una fórmula fallida
J.J. A., Confabulario
In memoriam
I
¿El verbo y el hambre son teatro
que desencastra en música hacia nadie?
Alcoholes de un barniz fosforescente,
babas de la placenta, piojos de la razón
decían
nadie es el fuego
nadie es el fuego
La breve edad raspa lo humano.
Ahora tiemblas desnudo con mi nombre.
Éste es el camino que te negó la sombra.
Memorias del corazón, la calle,
el enjambre de testigos invisibles,
gastan su fiebre y su desierto.
¿Por dónde irán las sobras de la herida
para buscar el tatuaje sumergido
en la escarcha de un mágico invierno
entre esas tribus que no te sospechaban?
Los jinetes se suicidaron allí.
Las telarañas mordieron
en el festín de los abatimientos
cada mantel de sangre.
II
¿Cómo se borra el yo en este laberinto
donde los ojos de Jesús ya se han secado?
¿Dónde aquel Juan de los jardines sobrenaturales
nadando en las alturas su velo negro?
III
Los hocicos desentierran plantas calientes.
Marcas de ácido hurgarás en tu mansión,
antiguas coronas del granizo de la trampa.
Le dabas la vida.
Le enumerabas el fracaso, noche a noche,
con ángeles de Migne y de Papini.
IV
Ya llega el ultraje.
Hierve el silencio,
¿boca estrellada contra las apariciones?
¿Quién dirá que no aúlla?
V
Ya llega el ultraje.
Ya llega el ultraje.
Los hierros exploran
inútilmente las vísceras.
VI
Progenie de lobas
no le preocupa el mar cayendo
hasta el vacío de la anunciación
te arrojan a la transparencia
el aire fue hielo ¿fue luz?
el fuego no tiene orillas
donde lamerte
Sequía
donde estallar en frío de almizcle,
me pregunta por los abismos del amor.
La hermosa clava su plumaje en la llanura.
Díselo.
En ese desván suplicaste una jaula.
¿El gesto, su nombre, un delirio de cosméticos?
Hambre sobre el verbo,
sacratísima hambre
sobre la carne viva.
Buenos Aires, diciembre de 2001
ERRANTE EFIMERO
A José Saramago
Claustral hasta el delirio,
he abierto el lánguido prodigio que desoyen
los espejos de amargura.
¿Cuándo razona el ahogado su navaja de oprobio?
La imagen se vela, avanza hacia el navío.
Escarba la tierra como un vegetal,
estira las raíces endurecidas por la noche
tan sólo para desposeerme.
Apenas me mira con su telar y su rueca,
y a puertas cerradas vuelca las cenizas.
Iniciales de fuego cruzan el alba.
Han dado la bienvenida al dios despedazado
/por los perros
mientras la intriga sella el feroz acertijo
de hielo en mi caverna.
Las paredes se cierran a su paso.
No duerme el deseo entre las muchedumbres.
En un hálito de sol teje su mito.
Polvoriento, se disfraza de hombre o murmurio
bajo la luna llena del bosque.
Así veía de cerca las cruces desgarradas,
extendidas como sábanas en el corazón prohibido.
¿Qué debió deshacerse ante las cruces?
Hubieron un héroe, una heroína,
y toda la tempestad en el barco que nos lleva.
(Acaso fuera bueno empeñar el cuerpo suicida
contra estos guijarros,
lanzarlo desde la cumbre de las furias
que signan la condena.
Pero no son ésos el gesto ni el vocablo.)
Tapicerías de la muerte
llenan de hurones milagrosos nuestra casa.
Desde hace siglos asisto a esta celebración.
Veinticinco puertas se han abierto ante ellos:
¿Qué esfinge me erige de la hierba?
¿Por medio de qué athanor indudable
verías evaporar la historia en una gota de agua?
¿Qué amapola desprendida crece desde el fondo
de la tierra hasta los labios?
¿Cuál río de enigmas, espurio y mordaz,
arroja cabezas a su lecho?
¿La tormenta en las balaustradas del ayuno,
otro carbón encendido en la mano inmóvil?
¿Un batir de alas cegador, un resíduo perdido?
¿O el hambre avarienta en la cabeza de la alondra?
Lo que abandonas -lejía del descendimiento-
regresa a tu morada como aquelarre
entre las vejaciones de la luz.
La criatura raspa su fábula encantada.
Son llagas de luto para entrar y salir de los escombros.
Puedes decir el cielo de la inmensa pena,
la araña roja de la desnudez.
A uno y otro lado del río, hallarás el oro.
Así debió de ser el torrente.
Lo que aún de insidia aspiran estos nudos,
será ilusión fastuosa devorando a sus crías.
¿Pero qué impronunciable juventud sobrevive a las aguas?
Nadie queda en el secreto recinto;
nadie invade, ni delata, ni teme al viento
que repite cada nombre.
Las vastas lluvias han crecido como la lepra.
¿Era la peregrinación milenaria, la perfectísima?
¿Su imaginería estallando en hojas de pavor,
a punto de entreabrirse?
Hoy los desechos urden el tránsito del hombre.
Los tibios se revuelcan.
“He mirado en sus rostros y sólo son un puente."
Duermen los alucinados.
El ángel ladra en busca de su rosa oscura.
Los insensatos beben del pozo de las certidumbres.
“He mirado en sus rostros y sólo son un puente."
Gime el irredimido, el glorificado por la nada.
Huye el verdugo entre los roedores de huesos.
El infausto reclama por la luz
sobre las cáscaras de un fruto sobrenatural.
Un cráneo de trasnochada inocencia
yace en el zanjón.
“He mirado en sus rostros y sólo son un puente."
Otro campesino agoniza:
los gusanos caminan su carne de miserias.
Dos criminales se reconocen en la pesadilla.
¿Maldice el postrado lo suficiente?
Se abolieron las tribus, se abolieron las reglas.
Clama el venerable, pálido prodigioso,
por la húmeda herida silenciando la piel
que fue vigilia y triunfos y derrotada eternidad.
“He mirado en sus rostros y sólo son un puente."
El albañil danza en medio de la torre quemada.
Los cachorros rezan para encontrar la remota señal
al desamparo inhábil del que procrea fantasmas.
-Todo es inasible, lo sabes desde antiguo,
cuando oíste crujir el humo de sangre en las plazas
y aullaste, aullaste con el grito cerrado del rehén
en la más alta sombra.
Has vuelto a la madriguera.
Amenazas a quienes no te conocen.
¿Era éste el dolor que me esperaba desde el nacimiento?
He llamado al palacio de la hiena con su puerta de humildes.
Acaso haya congregado al que no fue
con todo el festival de telarañas del miedo a su favor.
Ocultaron las huellas.
Hubo un tajo en el cielo,
semejante al que vieron los ojos de Cristo en la hora sexta.
¿Y quién vuelve para clamar desde la niebla: “Tengo Sed”?
Cuando el eco se incline sobre el rayo,
un vidente cruzará el muro invisible.
Quien sustrae o agrega más savia a estos capullos,
permanece en espuma.
¡Años y más años para este abandono enloquecido!
¡Padres y padres de orfandad apagados de un soplo!
Sin embargo no verás la orilla desterrada,
la prueba de un remoto escalofrío;
antigua sierva, la boca que se agita entre fragmentos.
Me palpo la sangre con los ojos.
Esta cruel inmolación necesita un destino.
DE LOS VARIOS MODELOS DE UN FRIO INICIAL
Dice, debe verlos,
los viejos, los pálidos, los míseros,...
Hofmannsthal, La muerte de Tiziano
I
¿Cómo esculpe las mandíbulas de mi pequeño tigre
este teatro que ha sabido de la profanación y sus crías?
La osamenta cede su lugar al poseído
con duraznos que hieren y se apagan.
Me ocultan quienes me persiguen.
Largas noches, días suicidados,
vuelven a descifrar aquel gesto en la marea
blanca de mis muertes.
¿Cuál es el don entonces?
¡Aguijones, lampreas, lluvias vacías!
Miras desde abajo.
¿Dormiría derritiéndose en telarañas,
sublevándose en cruces de un juicio final
para rozar al ausente
con todo el viento sepultado en la luz?
Esa voz nace del estruendo,
babea entre pequeñas criaturas
perseguidas de la tierra.
La cabeza estalla.
¿Es posible, no es posible?
II
El antepasado vuelve a fecundarte
en lo remoto.
III
¿Yo me animo a perturbar el universo? , dirá Eliot
con el mismo ungüento de ridículo en su corbata.
Yo soy Lázaro, vengo de entre los muertos, dirá Eliot.
IV
El pago de congojas cruza el mausoleo.
Caliente aire sobre un mediodía,
no ha de morir el conmovido.
Aleteos en la sombra de su eternidad:
no, nunca está en el mismo lado.
Se quiebra.
Ya es un puente.
V
Pliegues de Verónica para exaltar un árbol.
Bajo hacia las colmenas y sepulcros.
Lupanar en los ojos del incesante.
VI
Arañas cuando las manos tejían la luz
G. Apollinaire
¿Adónde el encarnado?
¿Adónde la máscara de lluvia de niño del yacente?
¿Adónde el vértigo comido por hormigas?
¿Adónde el harapiento con su esfinge leprosa
siempre a cuestas por la orilla?
¿Adónde la que escancia el filoso perfume?
¿Adónde la taberna para nombrar mi dinastía nocturna,
mi decorado entre mármoles que gimen?
¿Adónde mi jardín de rocas
cuando entras con tu cuchillo y me desatas?
¿Pero debes pasar?
Somos los dioses.
La Habana, 3-II-2002
EL NIÑO Y LOS SORTILEGIOS
PLEGARIA
Crucificado en el árbol de la ciencia del bien y del mal,
adormezco el llanto con rumores
que obstinan mi oficio de profanador.
Quítame el reflejo de este aparecido.
Herrumbrosa azucena, no dejes caer
la lúcida sangre del crimen.
En tu cueva de ahogados, él se viste de luto.
¿Cuándo bajaremos?
En el declive encuentras el trébol venenoso,
los postigos raídos de esa puerta
que ya nadie abrirá bajo guirnaldas.
Linajes de fragmentos quemados
colocarían sobre el pedestal de la separación.
El labrador invoca la sombra derretiéndose
en las patas del lobo.
Nunca lo pliegues contra tu áspera carne de Adán.
Fueron largos años de exilio y migraciones.
¿Quién canta entonces prosternado en el jardín?
¿Y quién se trepa a su lápida futura
con el viento feroz entre los médanos?
Déjame la intemperie, la incerteza lujosa
del vuelo de la herida.
Arrópame en ese traje de lastimaduras.
¡Que no vean los gusanos a trasluz del rocío!
Hijo del desierto me llamaban.
Desfigúrame con alacranes de seda.
REPRESENTACIÓN DEL ÚLTIMO E INNOMINADO
-Hijo, un animal demasiado
solitario se come a sí mismo.
Sara Gallardo, Eisejuaz
A Antonia Lloret Hernández
Sigue al que camina tras la herida.
Observa al que camina con las manos oscuras.
Sobre su propia boca un corazón
nacido para ser destrozado con jirones de escarcha,
pronunciado ante el lince de la misericordia,
dice el amor.
¿No era espléndido el castigo en ese incendio?
Horus de los dos horizontes,
Har-em-akhet al borde de un precipicio,
Señor de la roja Athribis,
Har-hekenu con tu enigma rojo
en cuevas de la araña,
Resplandeciente sin orillas,
Reminiscencia del sol ciego,
Sumergido entre las plumas de Orión,
Envuelto en la piel quieta de Su Rostro,
bienvenido a esta tierra.
El cráneo de tu hambre
diviniza la mansión que fulgura.
Madrid, 14-IX/Granada,
24-IX-2001
ALBAYCÍN EN BLANCO Y OCRE
No hay cosa oculta en los cielos y en
la tierra que no esté inscrita en el libro
de la evidencia.
Corán, Sura XXVII, 77
A Daniel Rodríguez Moya
Abismos sin vigías que el mar me devuelve.
Es la cara desierta del ahogo.
¿Por qué no abrirme hasta el sueño,
antiguo en mitades herido
y en mitades recobrado?
En estos pobres reflejos
sube la amargura como un talismán
que otros han perdido para siempre.
Acaso la agonía tampoco nos salve
de las sombras y el diluvio.
Estas calles me arrastran,
descalza brisa para el sacrificio.
Estas calles te engendran y me usurpan.
Los rituales son memorias sin flores.
Blandamente,
¿hay un jardín debajo de la infamia?
¿Pero qué fuego nombrarás
debajo de estas piedras?
¿Y qué río de arañas
lamen con pena esta cueva insensata?
Bebo sangre de mis encías
de trébol labrado por la desaparición.
Sumerjo el rayo de tu historia
con el castigo de otra voz
en la voz de los muertos.
Despiadada esta ley, este hervidero
de amor en la intemperie.
Entonces roen mi señal de nacimiento,
alumbran las tijeras del luto más alto
cuando te deshabitas.
Golpearás contra los trozos que te quedan,
contra las ranuras de obediencia,
contra las leves sustancias
de tu cuerpo en el plato feroz.
¡Incrustarás el latido!
Las jaurías se unen
pero vuelves aquí, mutilado,
llorando mi tristeza
en un rincón de Granada.
Granada 25-26/IX-2001
ZAHORI
Te desgarran, sol rojo, hasta el hartazgo.
El águila le comía las vísceras.
¿En qué estambres fijas el vértigo baldío
como una leyenda, como un doble panal,
apenas como viento?
Arrópame al destejerme.
Huesos para saltar la luz
surgiendo entre las tumbas.
¿De acuerdo, entonces, con la herida
que corta la palabra?
Cuerpo encendido en el temblor.
¿Adónde tu transparencia?
Plantaciones y catacumbas guardianas.
Sucede desde el principio.
Granada, 23/IX/2001
CÁFILAS
Son alfileres en duelo,
embarcaderos hacia la posesión
de un blando imperio de humo.
Toledo, 17 de septiembre de 2001
VIGILIA DE LOS ESTIGMAS
Pájaro de ceniza que sobrevuela
donde es máscara
la pérdida del cuerpo.
¿De qué intercesoras
ocultarías esa luz, la tigra
de la sed persistiendo en aquelarres?
Altas hierbas
formarían un ataúd con la máscara.
En las esferas de la nada
no hubo nunca un lugar para el naúfrago.
Zurces basurales con tu sombra.
Subes y subes hasta entrar.
Madrid, 18/19-IX-2001
MUJER EN TRANCE POR LA HUIDA
DE LAS ESTRELLAS FUGACES
(Miró, 1969)
Desnuda música en el resplandor de los cráneos.
Las dunas huyen entre carcajadas.
Robo legumbres de mi impostura.
¿Cómo sería la aurora
de los amortajados bajo el viento?
La sangre es la pocilga de esta soledad.
Los caparazones fijan en la piel
otros tatuajes.
¿Cómo sería la aurora
de los amortajados?
¿Cómo sería mi amortajado
bajo el viento?
Alveolos que caen,
criatura durmiente,
la reina exhuma vidrios
del carro de la sed.
¿Cómo palpitar
sin calcinarse en la lluvia?
Segovia, 15-IX-2001
CONSTRUCCION ALEGÓRICA SOBRE EL VIENTRE DE LA ARAÑA
La araña que atrapas con la mano,
Y está en palacios de rey.
Proverbios, XXX, 28
Me arrojan a paredes, me sumergen, me sepultan
donde nunca he de estar,
allí mismo donde irrumpen las crueles dinastías de fantasmas,
el deseo y sus aves de marfil.
Éramos el tiempo de la dicha.
La luz languidecía entre las arpilleras
y los objetos carnívoros y los estibadores.
Mi brazo arranca piedras de tu sexo.
El tacto diminuto sube por las pieles
hasta hacer del amor la grandiosa impostura.
¿Quién, pero quién arroja el saldo
de tu desesperante errar por la noche?
¿Por qué no confiesan el asco de volver
con un grito sobre las plumas de mi carne,
la soledumbre, las babas, el temblor?
Serán membranas revelándose
ante una cueva de forajidos, tatuados
en las cámaras del odio.
Hoy se extinguen los silenciadores.
Bajo cualquier mutación, entreabierto,
se retuerce un latido, desvaría,
como la puerta avara en los ojos de una loca.
Está crucificándose este gesto
sobre el pedernal desollado
en que colocan tu cadáver.
Hazme una señal.
Repliégame entre los alcatraces
para despedazarme de a poco.
¡Mamparas anómalas del hambre,
pezones cortados en la guerra!
Te recogerían, lo sé, aquellos súbditos
con sus sacos de lluvia
como al dios de la leyenda,
o tal vez como a Lázaro en el alba del terror.
Espumarajos salen de esta boca.
Incrústame, coagúlame
en el ruinoso zaguán de los exilios.
¿Toda plegaria es un perverso guijarro
contra la pasión y la fuga?
La vagabunda tiene el cuerpo de los profanados.
¿Han de envolverla, al fin
con las fisuras de mi transparencia?
¿Cómo un quejido entre las risas?
Curtida en el sordo ronquido de la emboscada,
invadida por tenues mareas de otro adiós,
escupe el veneno hasta nosotros.
París, 18-X-2001
EN EL ÓVALO CLARO
(Kandinsky, 1925)
El viejo animal se revuelca en los charcos.
La lluvia trae historias de ahogados
y no hay, no habrá testigos.
¿Con qué pelaje aguardo el alba de mis noches?
¿En qué lindes seré intruso de un carnaval de piojos?
Farfullan los huéspedes.
Cantas con los escombros
para adormecer la navaja.
Díganme ahora si el disfraz
preside las sesiones.
París, 22-X-2001
ARRANCADA EN LOS JARDINES DE SCHOUBRACH
...una rosa arrancada en los jardines
de Schoubrach.
Nerval, Aurelie
Telas sobre la prohibición, sobre la lucidez./¿Por qué interrumpen cuando la voz se suelta?/Siempre la multitud uniría el grito a la danza. ¡Qué delicioso comprender la vejez de tus mayores casi junto al sepulcro!/Cuando soy yo el que alarga su sombra, esta sombra, las guirnaldas del pozo enervan determinados recovecos donde desaparecer./Las raíces regresan para incrustarse en el marfil de las premoniciones: ¿será blanco ese umbral?/¿Habrá agujeros cayéndose al mismo tiempo que los cuerpos? ¿Encontrarás arcoiris para profanar tu olvido?/La madriguera -al instante- es un caleidoscopio.
LA TRANSFIGURACION DE LOVECRAFT
Cuando no sean necesarios los jirones
del blanco esplendor de tu vacío en fuga
-el cercano en la piedad, tal vez el pavoroso-,
ni acariciar la mano ardida de la fiesta
porque aquello ha de cumplirse en esta brisa,
gotas del nombre escarchado bajarían por la piel.
Las telarañas del delirio se clavaron aquí
por tu languidez de espinas, pródigo errante.
La perpetua geometría
lame ahora el muelle donde embriagas
la caída fabulosa de los otros.
Hay una fosa de ausencia en el encuentro.
¿Qué estuche artificial acentuará las demoras,
si señalar el fuego es tu ley,
si cubrirte de escamas tu costumbre?
Oíste el himno:
¿Pero qué acantilado recibe a las mareas?
¿Qué pálido violín con raíces frenéticas
para el nadador de naufragios?
El feto desplegaría su hechizo.
Desertaste del hombre.
Fiebre, moscas y sueños.
Un tibio, dulce olor a crimen
reconoce en mí al desolado.
París, octubre de 2001
YACENTE, EN LA HEREDAD DE LO PERDIDO
A Wole Soyinka
Abierta zoolatría, lánguida augural
chorreando entre panteones.
¿Qué luz se extiende ante mí,
deletrea un linaje pavoroso?
¿No es límpida la sed?
Las crines de tu llaga
me dicen el mar al que te inclinas.
Tragas pétalos de soledad.
Era tuyo ese mundo.
¿Qué semillas de ceguera
imantan en los ojos su exterminio?
¿Y la esfinge de hielo que perdura?
Las crines de tu llaga
me dicen el mar al que te inclinas.
Dibujos encarnizados
para decir la rendición del milagro.
La fábula asiste a la apoteosis.
En tu cena de cenizas embriagas
el fermento hostil de los cálices.
Las crines de tu llaga
me dicen el mar al que te inclinas.
Cruel bondad.
Cruel repliegue.
Parodia cruel del usurpado.
¿En qué barbarie legendaria
desentierras amor hasta el ensueño?
Las crines de tu llaga
me dicen el mar al que te inclinas.
Infatigable, yacente, tembloroso,
entregas la máscara brotando
a la profanación y al exilio.
Las raposas quieren escarnecerte.
Pero viene de adentro la luz.
VIENTO QUE NO QUEMA
Hacia la ilusión de un escondite
el enjambre ya es bosque y mendiga
terrones de certeza.
Escucha, secreto de los lobos.
Ranuras por donde derramas
leche del mundo enardecido.
¿Y el puñado de arena entre palabras?
Escucha, secreto de los lobos.
La palabra amor se hace
como piedra volcánica sin padres.
Marchitar helechos en la cueva.
Escucha, secreto de los lobos.
El ojo aspira la cera ermitaña
de viejas procesiones a la herida.
¿Mira el ojo de esta aguja a su hilandero?
Escucha, secreto de los lobos.
El viento devora oscuridad,
devora fuego.
JACOBO FIJMAN
¿Quién escarba las huellas de un reino perdido
en el agua de cenizas?
¿Quién, la sombra que vaga en un eterno presente
en que pliego mis voces debajo de esta osambre
hasta la última resurrección?
Tuve entre mis dientes la cabeza de Dios:
inmolé sus harapos.
Oí al almendro, al arce, gemir a las sirvientas,
torturar a los locos, crujir hasta el aliento.
Ciudad perdida en el relámpago, en su frío:
algo rodó por el suelo.
¿Con qué fiebre de vigía infernal
abriste, desde mi noche, las puertas del peligro?
El polvo de la fiesta es un adiós que no soborna.
¿Cómo pronunciaste los siglos que me traen estas aguas,
una alimaña en la sangre del sueño,
la roja idolatría en que me deshabito, y ardo,
y vuelvo con el resplandor de la muerte más lejos.
Una malsana luz se encendió sobre mi cara
y no pude ya respirar.
DE UN MENDIGO EN WASHINGTON SQUARE
...Y viendo el humo de su incendio, dieron voces , diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a esta gran ciudad?
Apocalipsis, 18:18
Habría mirado las bóvedas multiplicándose
en alargadas filas contra la lluvia.
¿Cuál es el arroz, cuál ese conejo alado de Cimabue,
dónde está el yeso que trajeron de Umbría las intercesoras,
aquellas madres primeras de mi especie?
Era una mesa blanca, casi traslúcida,
vestida para la exageración y el desprecio.
Podría ser nebuloso patíbulo,
aunque nunca tablón ritual de aniversarios.
Un opulento pasajero enciende las lámparas.
Los comensales -mis hermanos- han muerto ya.
El arco solar se ha derribado.
¿Qué carpintería nómade para esta bacanal de Narciso?
¿No miras sumergirse la casa? -pregunta la figura-.
Del robo de las pieles nace el vuelo.
Y así empieza la historia.
El musgo ofrece un ácido perfume
a patio de destierro, a caireles dispersos
entre los matorrales donde juega el niño del triciclo rojo.
(Ahora reconstruye risas en mitad de su cráneo.)
¿Era la distancia de la diferencia?
¿Los harapos de la más cruel cercanía?
¿O la abisal condición para destituir a su rey,
el valimiento de un iluso crucificándose?
Rotan las cláusulas.
Se instalan en éxtasis de Pound todos los enunciados.
Pensó en la cabeza comida por insectos de su padre,
en el jugo incalculable, ahora seco,
rondando entre los dientes del pequeño difunto.
Fuiste un agujero, la grieta de mi corazón - afirma la figura-.
No habla.
Aun antes de acostarse del lado del vacío, gesticula.
(Un llamado de hidra ha regresado a la cueva.)
Brevísimo, respiran todavía sus membranas.
Nada es legendario en la dársena sacrílega.
¿En qué madejas del segundo tiempo merodeará
esta geometría del verdugo?
Va adentrándose en la palabra carente:
palabra sin inicial; juzgamiento de vigilia.
Grazna y husmea.
Que no suplique ayuda con un arpón en la boca.
Se abrieron las sienes de mi escalofrío.
Cavidades lechosas donde hubo un pasado,
¿por qué duermen así, junto a la espuma?
Son los habituales.
Son los faústicos delatores.
Son los imaginados.
Son los que agitan la lepra bajo pieles fastuosas.
¿Retornarían desde un mísero exilio?
Muerdes madera en el poema, invención extremada.
Fermentan las hojas.
Desciendo los escalones y aspiro en cuclillas
el temible torbellino de la idolatría.
Es el ruinoso chacal de esta profanación.
Lanza increíbles objetos.
Al reflejarse en el revés de un espejo de bronce
-mira paciente, hiberna con traidores-,
dibuja la espantosa raíz del simulacro.
New York, 22-IX-2000
MANSION ARTAUD
Con lepra en la garganta,
he oído
el canto de los ruiseñores.
Era el incendio
en la cueva del ausente
hacia atrás, golpeándome.
Tajos, franjas, cenizas
sobre el limo.
¿Y quién no deja dormir
en mármoles finales
el suicidio del cuervo?
Gira el teatro
arañando la sangre
sin olvidar apenas
el esplendor litúrgico.
Devueltos, al fin,
blancos portones
devolviendo el soplo,
latiendo clausura.
Para pintar
la borra de las miasmas
cuando hace frío
y aúlla en la carne.
¿Qué? ¿Quién?
Con lepra en la garganta.
He oído.
Barniz donde se pierde
el despojo,
la insistencia y el crimen.
¡Vuelvan, vuelvan los iluminados!
Será aún el pródigo
amanecer
que imanta las horas.
Sobrenada este declive.
Magnético rayo
escalando el vacío
-irrefragable nacimiento-
hasta el vacío.
Según las caras de la esfinge,
tallarán nuestra cara.
Pero ella misma agrieta
los reflejos.
Heredad vista de cerca.
¿De un solo golpe,
la ilusión?
Los clavos en la sangre.
A despertar.
A combatir.
A encender perpetuamente.
Luz que diluvia.
Rebélense los huesos
del milagro.
Victoria, Abadía del Niño Dios,
15-18/VI/2001-Buenos Aires, 21/VI/2001
Mansión Artaud también la puedes ver en el documento maquetado por el autor (más claro) pulsando aquí
> Estimado amigo: Ante todo quiero enviarle mis felicitaciones por la revista que dirige, ínclito proyecto que acabo de descubrir y que me sorprendió hondamente, luchando siempre contra un mundo petrificado por la costumbre. Soy escritor (poeta, narrador, ensayista e investigador literario), y actualmente presido FIED -Fundación Interdisciplinaria de Estudios para el Desarrollo), institución con sedes en Córdoba y Buenos Aires, dedicada esencialmente a la capacitación e investigación en torno al nuevo paradigma de la interdisciplina. Hace unos días, regresé de Nueva York de participar de un Encuentro Internacional de las Artes, y durante septiembre-octubre estuve también por parte de España y París, presentando una serie de seminarios y conferencias sobre Silvina Ocampo, Borges, Macedonio Fernández y Santiago Dabove, y haciendo lecturas con diálogos abiertos de mi libro Mansión Artaud, que acaba de recibir un Primer Premio en España. Le remito, en una serie de archivos adjuntos, textos personales y fotos para su conocimiento y la eventual publicación en "Poesía Salvaje".
de Manuel Lozano
a 13 de Agosto 02