UNO Las sábanas, de nuevo sucias, una y otra vez, de nuevo enterradas bajo mis torpes brazos, mis torpes ilusiones que se arremolinan junto a tu costado y fingen la felicidad, y fingen la primavera de los sentidos. Las sábanas, de nuevo oliendo, una noche y otra noche, de nuevo formando hogueras sobre las que construir un cielo limpio, un horizonte explícito para, a continuación, destruirlo. DOS Siempre a la hora en punto. Te vas. Siempre, juntas las manecillas de tu reloj y vuelves por donde has venido. Ahora ya conoces mis hábitos. A la hora en punto. Suena una campana. Suena en tu garganta una voz lenta que se aleja, que se eterniza en el adiós. Nunca es tarde, te digo, nunca es el momento preciso, la exactitud, la circunstancia precipitada, el ademán desprevenido que rasga con cuchilla mis palabras explícitas o mis sueños. Nunca es y nunca será. A la hora en punto, siempre, recoges tus papeles y tu llanto, redoblan las puertas su vigilancia, y dejas tras de ti un rencor a sangre dulce, y finges volver la cabeza, siempre, para mirarme. TRES Cuerpo fugaz, alejas tus manos de entre las mías y mientes no haber deseado nunca mis excesos. Vuelves cerrando los ojos, cuerpo impredecible, piel reiterada, sombra encendida que encarnas en un instante y después desechas. CUATRO Al fin la casa en silencio, descalzo recorro los pasillos, alguien duerme en el sofá, alguien regresa a última hora. Tú, con los hombros desnudos, despiertas, te abrazo, ¿Dónde vas? abres los ojos apenas un instante. Sabes de sobras adónde voy. Me acompañas hasta la puerta. Mientras nos besamos simulas tener frío. Hasta luego, ni me miras, te llamaré, te digo. CINCO Yo lanzaba mis redes en un mar de desiertas alteraciones. De súbito, caminando sobre las aguas, vi, acercándose hacia mi embarcación, un hombre joven y bello. Sus pies brillaban sobre la espuma del agua. Mi cosecha, le dije señalando el interior vacío, ya ves, es la hambruna de mi casa. Alzó sus brazos y abrió sus manos ante mí. Dos heridas inmensas me mostró, alfa en la palma derecha, omega en la palma izquierda. Déjalo todo, sígueme, me dijo, en un mar de fértiles verdades yo te haré pescador de hombres. de munter - - - - - - - - - - - - - - - - - - a 16 diciembre 00 |