del amor a los hombres- - - - - - - - - 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

 

UNO
Las sábanas, de nuevo sucias,
una y otra vez, de nuevo
enterradas bajo mis torpes brazos,
mis torpes ilusiones
que se arremolinan junto a tu costado
y fingen
la felicidad, y fingen
la primavera de los sentidos.

Las sábanas, de nuevo oliendo,
una noche y otra noche, de nuevo
formando hogueras sobre las que
construir un cielo
limpio, un horizonte explícito
para, a continuación, destruirlo.
 
 
 
 
 

DOS
Siempre a la hora en punto. Te vas.
Siempre, juntas las manecillas de tu reloj
y vuelves por donde has venido.
Ahora ya conoces mis hábitos.
A la hora en punto. Suena una campana.
Suena en tu garganta una voz lenta
que se aleja, que se eterniza en el adiós.
Nunca es tarde, te digo, nunca es
el momento preciso, la exactitud,
la circunstancia precipitada, el ademán
desprevenido que rasga con cuchilla
mis palabras explícitas o mis sueños. Nunca es
y nunca será. A la hora en punto,
siempre, recoges tus papeles y tu llanto,
redoblan las puertas su vigilancia,
y dejas tras de ti un rencor a sangre
dulce, y finges volver la cabeza, siempre,
para mirarme.
 
 
 
 
 

TRES
Cuerpo fugaz, alejas tus manos
de entre las mías y mientes no haber
deseado nunca mis excesos.
Vuelves cerrando los ojos, cuerpo
impredecible, piel reiterada,
sombra encendida que encarnas
en un instante y después desechas.
 
 
 
 
 

CUATRO
Al fin la casa en silencio,
descalzo recorro los pasillos,
alguien duerme en el sofá,
alguien regresa a última hora.
Tú, con los hombros desnudos,
despiertas, te abrazo,
¿Dónde vas? abres los ojos
apenas un instante.
Sabes de sobras adónde voy.
Me acompañas hasta la puerta.
Mientras nos besamos
simulas tener frío.
Hasta luego, ni me miras,
te llamaré, te digo.
 
 
 
 
 

CINCO
Yo lanzaba mis redes
en un mar de desiertas alteraciones.
De súbito, caminando sobre las aguas,
vi, acercándose hacia mi embarcación,
un hombre joven y bello.
Sus pies brillaban
sobre la espuma del agua.
Mi cosecha, le dije señalando
el interior vacío, ya ves,
es la hambruna de mi casa.
Alzó sus brazos y
abrió sus manos ante mí.
Dos heridas inmensas me mostró,
alfa en la palma derecha,
omega en la palma izquierda.
Déjalo todo, sígueme, me dijo,
en un mar de fértiles verdades
yo te haré pescador de hombres.
 
 
 
 
 
 
 
 

de munter
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a 16 diciembre 00
 

 



 
 
   

 
 
 
 
 
 
 

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